jueves, 9 de junio de 2011

Nuestra nave

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Un mensaje ambiental e interplanetario (Fotografía de Tewarhi Scott).




Él habla pemón, el cartel lo hace en inglés y español  (Fotografía de Tewarhi Scott).


El cartel, colocado de espalda al Bolívar de Santa Elena de Uairen, lo cuenta sin necesidad de palabras: muchos de los de acá, de la Gran Sabana, suelen tener con qué comunicarse al menos en dos idiomas, algunos ser ecologistas -y otros mineros- y, sin asombro, identificarse como “platilleros”.

En el sureste extremo de Venezuela, hay dos idiomas oficiales: el español y el pemón, que es el del pueblo cuyos ancestros ocuparon la zona; con naturalidad, se habla portugués, que es la lengua de los vecinos brasileros y quienes atienden a los turistas deben hacerlo en inglés, al igual que al entablar dialogo con los colindantes guyaneses.

Aunque, en teoría, las minas ilegales están cerradas, sus motores siguen moviendo esta economía, levantando sabanas, revolviendo ríos. Se sabe que, hace apenas unos días, un hombre sacó casi cuatro kilogramos de oro en cochanos en la zona de Zapata, que "compró un Tritón (un camión) y un carro de paseo" y que “ya se está dando la gran vida”. Se llama cochano al oro grueso, en conchas. El gramo de oro cochano supera los 350 bolívares.

Quienes no son mineros son ecologistas y, tal vez por afinidad, también platilleros: en las noches sin nubes, suelen mirar al cielo y escudriñar en él algún platillo volador, una nave que les de noticias de una civilización distinta, quizas más gentil con su ambiente.

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