Tosca, de mirada desorbitada, la Tuenkarón de Akurimá brota desde una orquídea en la plazoleta de la redoma, desconcertando, impactando, espantando a quienes pasan. Fotos: Morelia Morillo |
En la mitología pemón, Tuenkarón es un ser que vive en las
aguas y que, en defensa de su entorno, rechaza la presencia humana.
En Akurimá, una urbanización ubicada
al norte de Santa Elena de Uairén, la capital del municipio Gran Sabana,
fronterizo con Brasil, Tuenkarón, según se dice, es esa escultura tosca, de
mirada desorbitada, que brota desde una orquídea en la plazoleta de la redoma,
desconcertando, impactando, espantando a quienes pasan.
La leyenda la describe como una mujer
pequeña, joven, de cabellos largos, lacios y negros, similar a una sirena, muy
hermosa, muy atractiva para los hombres.
En el libro de Mitología pemón, de monseñor Mariano Gutiérrez Salazar, se indica
que Tuenkarón es poco frecuente en la tradición de este pueblo, un ser
fabuloso, descrito con cuerpo de mujer, de larguísima cabellera y extremidades
de pez.
Tuenkaron aparece, según el autor, al principio
de la leyenda de los Makunaima,
personajes fundacionales del pueblo pemón, como la mujer que cautivó a Wei, el sol.
Tras rechazarlo, lo ayudó a conseguir
una mujer y otra, ninguna de las dos funcionó para él; Wei amenazó con secarle
el río; entonces, al extremo, Tuenkarón
le envió a Kakó, la mujer de jaspe,
compañera definitiva del sol.
En Akurimá nadie sabe, con certeza,
quién es, ni qué significa la escultura ubicada sobre la redoma; en Ingeniería
Municipal no tienen “idea” de la razón de la extraña figura y en el Instituto
Municipal para la Cultura y las Artes (IMCA) se dice, sin certeza, que la pieza
está inspirada en Tuenkarón, por
ahora, la versión que cobra mayor fuerza.
Los vecinos suman que se trata de un
regalo que le fue obsequiado al alcalde, Manuel De Jesús Vallés, por un artista
brasilero y que este, agradecido, decidió colocarlo en un lugar especial, la
plazoleta, la redoma con jardinería de piedra sembrada de bambú.
Lo cierto: la Tuenkarón de la Akurimá
continúa, como la de las aguas del río, espantando la presencia humana; siendo,
la de factura brasilera, mucho más vulnerable: aunque no lleva más de seis meses
en la plazoleta ya tiene rayas obscenas en espray rojo sobre su torso y le
faltan un par de dedos, el anular de la mano derecha y el meñique de la mano
izquierda.