Gran Sabana no postal

Mi madre siempre dice que vivo "en el fin del mundo". Yo vivo en la Gran Sabana, en el sureste extremo de Venezuela, en un sitio tan distante
y tan distinto que hasta se me ocurrió quedarme a vivir. Los invito a conocer esa Sabana que experimento en mi cotianidad: la Gran Sabana no postal.

jueves, 17 de abril de 2014

Testimonios de redención

En la muy remota frontera venezolana con Brasil proliferan los templos cristianos evangélicos. Fotografía: Morelia Morillo

Níger, valga el seudónimo, el hombre que durante años se ocupó de inmunizar a los pequeños, medianos y grandes mineros del Kilómetro 88, contra la permanente epidemia del hampa, se retiró.

El Kilómetro 88 es una zona minera caliente y húmeda, bulliciosa y anárquica ubicada sobre la Troncal 10, en los límites del municipio Sifontes con el paradisíaco municipio Gran Sabana del estado Bolívar, a aproximadamente 320 kilómetros de la frontera venezolana con Brasil.

Ella, la mujer que sigue en la cola de venezolanos que se aprestan para sellar su salida del territorio brasilero, cuenta que Níger vacunaba tanto a los que levantan el suelo usando la fuerza de poderosos motores como a aquellos que pescan oro y diamantes en el río, con una simple suruca o cernidor. A los que sacaban mucho y a los que apenas conseguían para sobrevivir.

Entonces, a comienzos de 2014, unos pastores internacionales pararon en el Kilómetro 85. Durante la ceremonia, los mineros imploraron a Dios que los protegiera del hampa, los pastores oraron junto a Níger y el hombre, que desde siempre se dedicó a intimidar a sus vecinos para que pagaran por sus servicios de seguridad, decidió abandonar sus andanzas a cambio del perdón divino y de la gloria eterna. “Yo quiero entrar al reino de Dios”, habría dicho.

El extracto del Salmo 95, impreso del pequeño afiche promocional de la Gran Cruzada del apóstol y profeta, describe lo que, muy probablemente, ocurrió en el Bulevar de Las Claritas, Km. 85: “Venid, adoremos y postrémonos, arrodillémonos delante de Jehová, nuestro hacedor. Porque él es nuestro dios: nosotros el pueblo de su prado y ovejas de su mano”. El acto debió comenzar sobre las siete de la noche, el culto religioso se alternó con música llanera, arpa, cuatro, maracas y mucha lírica cargada relatos de salvación.

Así se cumplió la promesa bíblica destacada en el cartel: “Unción, Poder y Gloria”. “Ahora, todo el mundo puede trabajar tranquilo allá”, celebró la mujer de la cola. “El poder de dios es infinito. Se obró un milagro”, dijo poco antes de despedirse al ingresar a la oficina federal.

En enero de 2013, entraron a Venezuela, a través de la Aduana Ecológica de Santa Elena de Uairén, al menos 500 brasileros diariamente. Tal vez más, difícilmente menos. Algunos en vehículos propios, otros en colectivos. Casi todos rumbo a Margarita, en busca de playas de mar y tiendas “baratas”. Ya entonces el cambio de reales a bolívares los beneficiaba.

Ese día, a diferencia de aquel de ¿2 500 bolos por cada uno? Si vahttp://lascronicasdelafrontera.blogspot.com/2012/09/2-500-bolos-para-cada-uno-si-va.html, la mayoría de los viajeros parecían tranquilos, llenos de goce pre vacacional. Las buenas nuevas acerca de los acuerdos logrados entre los gobernadores de Roraima y Bolívar, entidades fronterizas de Brasil y Venezuela, les permitían sentirse seguros.

Almeida, en cambio, trascendió la frontera perturbado ante una posible extorsión y, al mismo tiempo, con la profunda convicción de que, en todo caso, Jesús lo salvaría.
 “En la zona de El Tigre, los policías municipales crean situaciones para extorsionar a los brasileros (…) Pero si usted les dice que es cristiano lo dejan seguir por temor a dios y porque ellos saben que los cristianos no pagan extorsiones”.

Al escucharlo, Tavares, amigo de Almeída, en medio de un encuentro casual en el pasillo de acceso a la Aduana Ecológica de Santa Elena de Uairén, inesperadamente congestionado por un apagón eléctrico, exhaló aliviado; felizmente, viajaba a Venezuela, por primera vez, a bordo de un autobús de la compañía de Asatur ocupado en su mayoría por cristianos 
evangélicos.

En junio pasado, en una reunión entre los representantes de la Cámara de Turismo de Boa Vista y el ministro de Turismo venezolano, los brasileros aclararon que en el estado Bolívar se solventaron buena parte de los problemas de inseguridad que los afectaban, pero no así  en Anzoátegui en donde siguen siendo víctimas de atracos, robos y extorsiones.


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