miércoles, 31 de octubre de 2012

Directo al surtidor



“Esto ha cambiado bastante, uno se demoraba hasta cuatro horas. Ahora, como quien dice, entra de cajón”, comentó un taxista. Foto: Morelia Morillo 


Por estos días, un conductor cualquiera llega a cualquiera de las dos estaciones de suministro de combustible disponibles en Santa Elena, la ciudad más distante hacia el sureste extremo del país, y tras saludar y ser saludado, entregar su tarjeta de control de llenado al efectivo militar y verlo firmar, pasará directo al surtidor o, en el peor de los casos, esperará por dos o tres vehículos más.

Ya frente al surtidor, el usuario incrédulo volverá a saludar y recibirá una respuesta cordial, solicitará el octanaje adecuado para su vehículo y en tres minutos, no más, volverá a rodar sobre la calzada.



¿Nada extraordinario? Después de una década de colas, el Frente Francisco de Miranda (FFM), la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), el Ejército Nacional Bolivariano (ENB) y la Policía Federal brasilera consiguieron reducir el tiempo de espera de 40,60, 120, 180 minutos a sólo tres o cinco minutos.


El Frente sacó de circulación 100 de las 444 tarjetas correspondientes a las guadañas, pues, aparentemente, aunque estas ya no cortaban ni una brizna de hierba, los adjudicatarios de las tarjetas correspondientes a los equipos insistían en abastecerlas diariamente; ahora, los guadañeros deben acudir  a la bomba con la máquina y el aceite de dos tiempos.

Mientras escuchan a Alí Primera escurrir su garganta a través de una corneta integral colocada en el cuartito de los trapeadores y las escobas, los muchachos de franelas rojas cotejan las tarjetas concedidas a las motos de acuerdo a los últimos cuatro dígitos del serial y les llenan su tanque, día de por medio, pues, aparentemente, algunos de motorizados se cambiaban de casco, de franela, de lentes, de placas y hasta de moto y, se dice, que conseguían llenar un tambor (de 200 litros) a fuerza de idas y venidas.

La Guardia Nacional Bolivariana (GNB) activó una alcabala en la vía hacia los sectores más poblados de la localidad y, de inmediato, disminuyó el tráfico ilegal de combustible en pimpinas y el Ejército detuvo las tarjetas de más de 100 vehículos, pues, aparentemente, aunque estos -a duras penas- conseguían andar, surtían combustible a diario, por estar afiliados a alguna de las líneas de traslado de pasajeros y tener cartulinas preferenciales. A todos esos choferes les dieron fichas corrientes, de uso inter diario.

Tanto la GNB como el Ejército asignaron profesional a los centro de abastecimiento. La Guardia tenientes, en lugar de sargentos y el Ejército sargentos, en lugar de soldados, pues, supuestamente, los de bajo rango venían cayendo en la tentación de favorecer a los talibanes, revendedores del combustible.

Pero además, en la frontera entre ambos países, la Policía Federal del Brasil, que durante meses se mantuvo de paro, volvió a fiscalizar el contrabando de combustible desde Venezuela. Y algo muy importante: los camiones están llegando puntualmente, uno para cada bomba al día.

Un taxista relató que en 2002, cuando llegó a Santa Elena, se incorporaba a la cola de 3:00 a 4:00 de la mañana, “para poder trabajar durante el resto del día (…) porque sabía que de no echar antes de las 10:00 me quedaba listo (varado)”.

“Esto ha cambiado bastante, uno se demoraba hasta cuatro horas. Ahora, como quien dice, entra de cajón”, comentó.



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