Un día cualquiera, el último de los
carros brasileros en fila rumbo a la Estación de Servicio Internacional de
Santa Elena fue numerado con el número 50. Fotografía: Morelia Morillo
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El país en pleno comenzaba el feriado
con motivo de la celebración del Día de la Independencia y buena parte de los
habitantes de los estados Amazonas y Roraima viajaron a esta frontera para
aprovechar las virtudes de un poderoso real a punto de coronar los cinco
bolívares. Varias docenas de niños, niñas, adolescentes y adultos venezolanos,
estudiantes de las instituciones brasileras de Pacaraima, se sumaban al desfile
organizado por las escuelas y otras instituciones.
Durante tres días, los brasileros llenaron
los hoteles, los restaurantes, la panadería, los supermercados chinos, las
ventas de lencería, electrodomésticos y tecnología árabes e incluso algunos de
las pequeñas tiendas venezolanas. “Se vendió sabroso”, le escuche decir a un
comerciante de origen libanés.
Una semana más tarde, el diario Folha de Boa Vista publicó el relato de
viaje (anónimo) de una de las parejas de que vinieron a Santa Elena durante
aquel asueto.
.Sobre las ocho de la mañana, la mujer,
su marido y sus otros 13 acompañantes, a bordo de tres vehículos de placas
grises, en Brasil las placas de los carros particulares son grises y apaisadas,
llegaron a la Estación de Servicio Internacional de Santa Elena de Uairén, casi
sobre la línea limítrofe.
Con desgano, se incorporaron a la cola,
que a esa hora y ese día debió enfilar a más de 100 vehículos. Entonces, un
motorizado les ofreció gasolina y ellos, casi sin pensarlo, decidieron
seguirlo.
“Nosotros decidimos salir de la fila y
seguir al muchacho para comprar el combustible, pues teníamos poco tiempo para
hacer las compras y queríamos aprovechar al máximo y mostrarle la ciudad a unos
amigos de otro estado. Eso es una práctica normal en Santa Elena, todos compran
y venden gasolina en aquella ciudad”, dijo al periodista que la atendió, seguramente
en la antesala de la redacción.
Los tres carros, y
sus 15 tripulantes, siguieron a un muchacho al mando de una moto hasta una casa
en Santa Elena, a 15 kilómetros de la raya y a pocos metros del sitio en donde
se hospedaban los viajeros. Una vez en el sitio, el muchacho partió.
Los turistas debieron
ver al dueño de casa succionar a través de una manguera transparente, escupir,
colocar el pico de la manguera sobre la boca del tanque y trasvasar el
inflamable desde el bidón. Finalmente, cobrar al menos 5,1 bolívares fuertes
por cada litro.
Entonces, según el relato de la mujer, cayó la
Policía. Seis agentes de la Policía del Estado Bolívar que, de entrada, les
exigieron el pago de 15 mil bolívares fuertes para salir del lugar.
Ella relató que entre
los policías argumentaban que debían repartir el dinero entre los seis y que
jamás interpelaron al surtidor doméstico de combustible.
La denunciante, su
marido y el resto contaron todo cuanto encontraron en sus bolsos y bolsillos.
Probablemente, sin exponer su almuerzo y algún otro imprevisto y lograron
juntar 1 100 reales. Así que a la pareja y a dos de los uniformados les habría
tocado ir hasta Villa Pacaraima, a 15 kilómetros de Santa Elena, para retirar
el dinero faltante en un cajero automático.
Al cruzar la
frontera, la mujer se consiguió de frente con su hermano, al menos seis
reductores de velocidad obligan a ir muy lento tanto de ida como de vuelta. El
hermano trabaja como taxista en la ruta Boa Vista-La Línea y al ver a los suyos
con dos policías venezolanos se acercó. Ella sintetizó cuando pudo y el taxista
pidió a los agentes que pararan con la extorsión. Ellos aceptaron el monto
disponible.
“Fueron momentos de aflicción, entrecomilló el
redactor, ellos estaban armados. No podíamos abrir las puertas de los
vehículos. Fuimos secuestrados y asaltados dentro de Venezuela”, dijo la mujer.
.La semana pasada,
dos semanas después del Día de la Independencia en el Brasil, la noticia se
coló a través de la radio local y comunes e instituciones se dedicaron a
indagar en la veracidad de aquella nota: “Es una denuncia anónima”; ¿Por qué no
pasaron por el Consulado Brasilero?; “ningún periodista se hace responsable por
el texto”; “Finalmente, no tienen derecho a reclamar porque andaban en algo
ilegal”; “Nadie ha formalizado la denuncia en Policía”; “Nadie ha expuesto la
situación en Consulado”.
En la Folha Web la nota dio lugar a nueve
comentarios: el primero de los lectores preguntó si se trataba de un chiste; el
segundó llamó a sus compatriotas a estar conscientes de que en Venezuela el
crimen organizado puede estar en cualquier parte; otro reflexionó “país extranjero,
territorio ajeno”; el cuarto dijo que tanto en Brasil como en Venezuela, los
brasileros son tratados como ciudadanos de tercera categoría; el quinto
entiende que lo de hacer denuncias en Venezuela no resuelve nada y llama a
nuestro país covil, una palabra que
se traduce como cueva, madriguera, antro; el sexto responsabiliza a los denunciantes
por haberse atrevido a poner un pie en este país en donde “de la misma forma en
que los policías trataron a aquellos turistas, los comerciantes tratan a los
clientes”; el séptimo soltó una orden: “dejen de ir a ese país corrupto”; el
octavo se resignó, de inmediato, a que no habrá solución para el caso; el
último dijo “no me gusta Venezuela, pero los brasileros sacan lo peor de sí” (allá).
El redactor de la
nota consultó al cónsul venezolano en Boa Vista José Martí Uriana Morán, quien
precisó que los agraviados deben comunicarse con su representante consular en
Venezuela, para que las autoridades venezolanas sean informadas formalmente y
procesen la denuncia.
8 comentarios:
Apartando lo triste de la historia, debo decir que por lo bien redactada, la tensión que nos haces sentir, la intriga que me da ganas de leerla hasta el final, este es un relato que muy bien pordría pertenecer a un libro de cuentos de misterio. Siempre me encanta leerla, mi cronista de frontera preferida.
Gracias Adri, por leer y por tu muy favorecedor comentario. Pero si, tristes y penoso el cuentito.
Oh More! Que triste esta historia, pero es nuestra realidad, da pena, sinceramente mucha pena. Mas todavía los comentarios que hicieron los lectores brasileros... así son nuestros países, que lastima que no quisieron dar sus nombres o hacer la denuncia, pero se entiende. Tal como lo dices una historia que no quisieras volver a escribir... Prefiero los relatos mágicos, con realidad y fantasía mezclados en los personajes que habitan esos recónditos parajes de tu pueblo Santa Elena de Uairen. Recuerda que me debes el de "la tecla equivocada" por favor escribelo algún día
Gracias mi Adri, por leer y comentar. Yo tambien prefiero los relatos magicos. Pero estas historias feas tambien hay que darlas a conocer, para tratar de que sean las menos. Aunque sea por verguenza. Te debo la tecla equivocada. La tengo pendiente.
Muy buenoooo!!!!!!
Gracias por leer y por esa palmadita...
es bastante triste la historia, cuando saque pasajes a Rio de Janeiro y fui por trabajo me la habían comentado.. terrible sin duda que pasen estas cosas
Gracias por leer Paola y fijate tu como se corren las malas nuevas.
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