Por Morelia Morillo @morelia morillo
Por
estos días, quienes se atreven a entrar a Brasil o a retornar a Venezuela
inician su andar con sus pies limpios y 40 minutos o una hora después llegan a
su destino con sus pies enlodados. Y el barro les llega hasta las pantorrillas.
El mismo día en que el presidente venezolano, Nicolás Maduro,
decretó la extensión del cierre
fronterizo, inicialmente por 72 horas y posteriormente
por 312 horas más, alguien (uno o varios) abrió una pica para pasar de un lado
al otro de los hitos, evadiendo el cierre existente en el flanco venezolano
para después volver sobre el asfalto y caminar frente a las instituciones colindantes
del lado brasilero. Sin embargo, hay
migrantes que aseguran que la Policía Federal Brasilera establecerá controles
muy pronto, que no permitirán que se les llene el país de gente llegada por la
pica.
No
hay nada oculto, no se puede ocultar tanto barro, brota entre los dedos de sus
pies y les llega casi hasta las rodillas; tanta gente, quienes cruzan vienen de
todas partes de Venezuela: de Maturín, a dos días de viaje, de El Tigrito, a un
día de acá, de Puerto Ordaz, a ocho horas de recorrido; de Santa Elena de
Uairén, a 15 minutos; ni tanto saco lleno de arroz, harina de trigo, pasta,
azúcar, aceite; ni tanto surco sobre el terreno virgen: la pica describe una
herradura por detrás de la última granja ubicada en el borde limítrofe.
Como
por ahí probablemente no pasó nadie antes, las huellas humanas van quedando una
tras otras como cicatrices del tránsito humano sobre una sabana de aguas
perpetuas.
Los
hombres y niños warao, habitantes ancestrales del Delta del Orinoco, el río
padre del territorio venezolano, sirven de caleteros para quienes regresan con
sus sacos después de comprar comida en Villa Pacaraima, la primera localidad
fronteriza del lado brasilero.
Los warao llegaron a la Sabana en 2014. Entonces,
aseguraron que migraban temporalmente ante la crecida del Río. Dijeron que no
podían pescar y que por eso se dedicaban a mendigar entre los brasileros que
llevaban por docenas los productos venezolanos, aprovechando las ventajas de su
moneda, el real sobre la moneda venezolana, el bolívar. Hay quienes aseguran
que los warao son recolectores y que por tanto recolectan monedas como quien
recolecta frutos silvestres.
La
Gran Sabana es la última jurisdicción venezolana hacia el sureste profundo del
país y el territorio heredado del pueblo indígena pemón.
Luego, desde comienzos de 2016, cuando la
escasez obligó a los venezolanos a comprar en Villa Pacaraima, la primera
localidad del lado brasilero, los warao comenzaron a mendigar en las aceras de
la calle Suapi y poco a poco se internaron hacia Boa Vista, capital del
brasilero estado de Roraima, fronterizo con Venezuela, de donde los deportan
una y una y otra vez por docenas.
Entonces, ellos se quedan en Pacaraima, al
lado del Terminal de Pasajeros, sobre las áreas verdes, con todo y sus bebés, a
la intemperie.
Son seres de agua, que caminan descalzos casi
siempre, los hombres visten franelas y bermudas, la pica anegada les resulta
una pista: llevando sacos de 50, de 60 kilos, corren gritando "maraisa,
maraisa, maraisa" es decir "amigo, amigo, amigo".
Los waraos son
los habitantes de Mariusa, la región del estado Delta Amacuro, en el extremo
norte oriental de Venezuela, sobre la cual se extiende el Parque Nacional Delta
del Orinoco. Su hogar es una isla entre los caños Macareo y Mariusa, justo en
el punto medio de la desembocadura del Orinoco.
Como
los warao, otros 20 jóvenes venezolanos caletean los sacos de comida brasilera
hacia el lado venezolano. Por cada saco, cobran 10, 20, 30 reales. Todo depende
del negocio entre las partes. Para que sea rentable, cada caletero hace alrededor
de 20 viajes diarios. Ante el cierre de la frontera, el cambio fluctúa sobre los
800 bolívares. Algunos de los comerciantes brasileros aceptan los billetes de
Bs. 50, pero otros no se arriesgan.
"Con
teléfono, con bermuditas, pero sin zapatos, pa' no dañar los zapaticos", se
describe José Colmenares, de Maturín, quien llegó a la frontera hace tres meses.
"Trabajaba como vigilante, pero ya no se conseguía trabajo. Ganaba 40 000
bolívares mensuales (…) Aquí hay gente de toda Venezuela porque es la única
manera que tienen de conseguir comida".
Julio
Castro, de San Félix, gana 1300 reales semanales trabajando la construcción.
"Y el fin de semana pa' la trocha", a caletear sacos de comida sobre
el pantanal y a pies descalzos.
Nulfo
Rodríguez, un hombre de 46 años, residente de Puerto Ordaz, cuenta que tiene
casa, carro y gandola, pero no tiene dinero para repararla. La vida lo puso a
patear el fango, cargando sacos de un país al otro con el rostro sudoroso y la
respiración agitada.
"Usted
cree que uno, venezolano, de un país tan rico y hermoso tenga que estar pasando
este trabajo. Tanto gobierno como oposición se aprovechan".
Una
familia completa, un hombre y una mujer, ambos muy jóvenes, dos niñas de menos
de tres años y un segundo hombre joven también saltan tratando de evitar el
pantano. Apenas llevan equipaje. "Somos de El Tigrito, estado Anzoátegui.
Nos quedamos sin real y no podemos seguir en Venezuela. Nos están esperando
allá, en Brasil".
"Esto
es lo mismo que hacen los centro americanos para ir a Estados Unidos, estamos
conquistando el sueño americano", dice otro hombre que cruza con su mujer
y su hija. Él sonríe, pero ellas se quejan del barro y del mucho caminar.
Hoy,
retornan también algunas de las familias
brasileras que quedaron varadas en suelo venezolano hace casi una semana.
Llevan sus niños en hombros. Están agotados, tal vez por la estadía postergada
en el país vecino. Los pies de los adultos están hechos fango.
Es
domingo, 18 de diciembre y nadie parece recordar que faltan seis días para
Navidad.
6 comentarios:
More,
Gracias por mantenernos al tanto de lo ocurrido en esa hermosa y ahora también sumada tierra a las necesidades y penurias del País, que lastima, tan bellos recuerdos de Santa Elena y el parque Gran Sabana tierras limpia y pura donde podíamos andar tranquilos, en seguridad y una hospitalidad increíble tanto de criollos como de nuestro hermanos indígenas.
Un abrazo..
Gracias a tí por leer, comentar y comprender.
excelente reportaje, ayuda a estar al tanto lo que sucede. una pregunta: cuanto es el valor del real en bsf en santa elena..espero tu respuesta , gracias
Al tres de junio, Bs. 2000 por un real...Por ahí va la cosa
Hola Morelia, llegué hasta tu Blog buscando información sobre la vida en Brasil, ya sabes... tratando de que mis hijos y mi esposa no solo trabajen para comer. Y he leído muchas de tus crónicas, me gusta mucho como escribes y relatas las vivencias de los protagonistas de las noticias; es una forma muy diferente y fresca que nos mete de lleno en la historia. A mi en lo particular me gusta mucho, te felicito y animo a que sigas adelante con tu Blog. Saludos de Maturín - Monagas. Dios te bendiga. ah.. me gustaría saber si es cierto eso de la carretera que quieren hacer hacia El Salto Ángel y si también es cierto que hay allí una concesión minera a los chinos.
Buneas noches Tony, gracias por leer y por tus motivadoras palabras. Por lo pronto, ambas noticias son falsas. En esa zona, como en el buena parte del municipio Gran Sabana, hay minería. En términos formales, toda es ilegal. Si bien, dependiendo de la zona, los indígenas pemón (pobladores ancestrales de estas tierras) han llegado a acuerdos para trabajar. En todo caso, legal o ilegal la minería jamás será ecológica.
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