“Esto ha cambiado bastante, uno se demoraba hasta cuatro horas. Ahora, como quien dice, entra de cajón”, comentó un taxista. Foto: Morelia Morillo |
Por estos días, un conductor
cualquiera llega a cualquiera de las dos estaciones de suministro de
combustible disponibles en Santa Elena, la ciudad más distante hacia el sureste
extremo del país, y tras saludar y ser saludado, entregar su tarjeta de control
de llenado al efectivo militar y verlo firmar, pasará directo al surtidor o, en
el peor de los casos, esperará por dos o tres vehículos más.
Ya frente al surtidor, el usuario
incrédulo volverá a saludar y recibirá una respuesta cordial, solicitará el
octanaje adecuado para su vehículo y en tres minutos, no más, volverá a rodar
sobre la calzada.
¿Nada extraordinario? Después de una década de colas, el Frente Francisco de Miranda (FFM), la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), el Ejército Nacional Bolivariano (ENB) y la Policía Federal brasilera consiguieron reducir el tiempo de espera de 40,60, 120, 180 minutos a sólo tres o cinco minutos.
El Frente sacó de circulación 100
de las 444 tarjetas correspondientes a las guadañas, pues, aparentemente, aunque
estas ya no cortaban ni una brizna de hierba, los adjudicatarios de las
tarjetas correspondientes a los equipos insistían en abastecerlas diariamente;
ahora, los guadañeros deben acudir a la
bomba con la máquina y el aceite de dos tiempos.
Mientras escuchan a
Alí Primera escurrir su garganta a través de una corneta integral colocada en
el cuartito de los trapeadores y las escobas, los muchachos de franelas rojas
cotejan las tarjetas concedidas a las motos de acuerdo a los últimos cuatro
dígitos del serial y les llenan su tanque, día de por medio, pues,
aparentemente, algunos de motorizados se cambiaban de casco, de franela, de
lentes, de placas y hasta de moto y, se dice, que conseguían llenar un tambor (de
200 litros) a fuerza de idas y venidas.
La Guardia Nacional
Bolivariana (GNB) activó una alcabala en la vía hacia los sectores más poblados
de la localidad y, de inmediato, disminuyó el tráfico ilegal de combustible en
pimpinas y el Ejército detuvo las tarjetas de más de 100 vehículos, pues,
aparentemente, aunque estos -a duras penas- conseguían andar, surtían
combustible a diario, por estar afiliados a alguna de las líneas de traslado de
pasajeros y tener cartulinas preferenciales. A todos esos choferes les dieron fichas
corrientes, de uso inter diario.
Tanto la GNB como el
Ejército asignaron profesional a los centro de abastecimiento. La Guardia tenientes,
en lugar de sargentos y el Ejército sargentos, en lugar de soldados, pues,
supuestamente, los de bajo rango venían cayendo en la tentación de favorecer a
los talibanes, revendedores del combustible.
Pero además, en la
frontera entre ambos países, la Policía Federal del Brasil, que durante meses
se mantuvo de paro, volvió a fiscalizar el contrabando de combustible desde
Venezuela. Y algo muy importante: los camiones están llegando puntualmente, uno
para cada bomba al día.
Un taxista relató que
en 2002, cuando llegó a Santa Elena, se incorporaba a la cola de 3:00 a 4:00 de
la mañana, “para poder trabajar durante el resto del día (…) porque sabía que
de no echar antes de las 10:00 me quedaba listo (varado)”.
“Esto ha cambiado
bastante, uno se demoraba hasta cuatro horas. Ahora, como quien dice, entra de
cajón”, comentó.
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