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Kueka llegó a Berlín en febrero de 1999 (Fografía tomada de http://www.globalstone.de) |
En noviembre, o bien después, Kueka, una roca de jaspe de 30 toneladas y 12 metros cúbicos, llegará desde Alemania su sitio en la comunidad pemón de Mapaurí, bautizada como Santa Cruz de Mapaurí, en la Gran Sabana, en el extremo sureste de Venezuela.
El mito
Los abuelos pemón cuentan que Kueka se enamoró de una muchacha y ella le correspondió. Apasionados, los dos jóvenes desconocieron las normas de Makunaima quien había prohibido la unión entre pemón de ramas distintas. El era taurepán y ella era makushi.
Ante la falta, Makunaima, figura fundacional de su pueblo, se enfureció y petrificó a la pareja. El uno próximo al otro. Así explican los indígenas el origen de la piedra abuela, la Kueka, la predecesora de todos los pemón.
A veces olvidada. En ocasiones recordada. Siempre sagrada. Kueka, la roca, permaneció cerca de Mapaurí, a 50 kilómetros de Santa Elena, la capital de la Gran Sabana, en el sector oriental del Parque Nacional “Canaima”.
El detonante
A mediados de 1998, el artista Wolfgang von Schwarzenfeld, llegó a nuestras costas al mando de su “Pegasus”, un velero de tres mástiles.
Se internó tierra adentro y seleccionó a Kueka –por su composición mineral, forma, y origen- como símbolo de América y del amor.
Su propósito era hacer un monumento a la paz en Berlín, exhibiendo en el Parque Tiergarten, en las cercanías de la Puerta de Brandenburgo, del Parlamento y del Monumento Conmemorativo al Holocausto, cinco rocas de 30 toneladas, cada una como emblema de un continente y de un paso hacia la paz.
Tras un acuerdo entre el Instituto Nacional de Parques (Inparques) y la Embajada de Alemania, la Kueka fue donada a la exposición Global Stone.
No pocos, indígenas y no indígenas, habrían participado de su aparatosa y sentida partida. Los obstáculos se habrían presentado en una de las alcabalas de la Troncal 10, la vía que conecta a la Gran Sabana con el resto del país, sobre el kilómetro 88. Sin embargo, Kueka zarpó a través del Orinoco rumbo a Berlín.
La polémica
Ya en 1999, las molestias por la pérdida de la piedra abuela trascendieron los límites de la tierra pemón y de las organizaciones no gubernamentales ambientalistas e indigenistas.
Ese año, Venezuela estrenó Gobierno y votó por una Constitución que consagró, en favor de los pueblos indígenas, derechos sobre sus territorios.
Las quejas despertaron el interés de los líderes del Instituto de Patrimonio Cultural (IPC), de los ministerios de Cultura, Relaciones Exteriores y Ambiente y fueron elevadas hasta llegar a lo más alto del gobierno alemán.
Los de Berlín, al saber de los reclamos por la partida de la piedra sagrada, se mostraron dispuestos a devolverla. Accedieron a hacerlo, siempre y cuando Venezuela costeara el regreso valorado para el año 2000 en 60 mil dólares.
En espera del desenlace
Una década más tarde, Ignacio Loyola, “Papalín, uno de los líderes de Mapaurí, asegurá que la Kueka regresarán en noviembre y que en la comunidad ya están preparando la ceremonia de recibimiento.
“Sea hoy, mañana o en un mes, no tenemos ninguna duda de que ese elemento regresará al país, por todo lo que hemos avanzado”, afirmó Héctor Torres, presidente del IPC, a través del Correo del Orinoco.
“Es un acto de justicia y una expresión de resistencia de los pueblos y establece una diferencia muy clara entre lo que era la ética de la Cuarta República y lo que es la ética del Gobierno Bolivariano, que se comporta completamente distinto frente a los derechos de los pueblos”, dijo.