Gran Sabana no postal

Mi madre siempre dice que vivo "en el fin del mundo". Yo vivo en la Gran Sabana, en el sureste extremo de Venezuela, en un sitio tan distante
y tan distinto que hasta se me ocurrió quedarme a vivir. Los invito a conocer esa Sabana que experimento en mi cotianidad: la Gran Sabana no postal.

martes, 25 de marzo de 2014

Entre paredes anónimas





A mitad de marzo, unas manos -anónimas una vez más- dejaron un papel bond en el acceso a un edificio del centro de la localidad fronteriza. Fotos: Morelia Morillo

El día 12 de febrero, mientras en varias ciudades del país grupos de estudiantes y ciudadanos con y sin estudios manifestaban en las calles en contra del presidente Maduro y su gestión, en Santa Elena de Uairén, los niños y adolescentes recorrieron el Casco Central con mensajes de paz y vida, en respuesta al llamado hecho por el Gobierno en la lucha contra la violencia.


Salieron de la Unidad Educativa Nacional “Dr. Juan de Dios Holmquist”, tomaron la calle Ikabarú hasta empalmar con la Urdaneta, cruzaron en la Roscio hasta llegar a la Avenida Mariscal Sucre, de ahí a la Bolívar y se concentraron finalmente en la Plaza Bolívar.


Santa Elena es la última ciudad venezolana de cara al Brasil. La “Juan de Holmquist” es la principal escuela de la localidad, aunque su nombre nada tiene que ver con el pueblo. Se dice que, al momento de nombrarla, el desconocimiento y el azar remitieron, desde el Ministerio de Educación en Caracas, la identificación correspondiente a una institución que -en simultáneo- se bautizaba en Soledad, Anzoátegui y viceversa. La de allá se llamaría así en recuerdo del farmacéutico local. Acá casi nadie sabe quién fue el Dr. Holmquist.


El 12F, en la plaza, la Orquesta Sinfónica Juvenil e Infantil y el Coro Infantil y Juvenil de Gran Sabana iniciaron los actos protocolares y culturales.


Glen González, actualmente jefe de Educación al Socialismo de la Alcaldía y capitán de la comunidad pemón de Kinok Pon Parú, intervino como orador de orden. Durante su intervención, recordó la importancia de la Batalla de la Victoria y llamó a los más jóvenes a congregarse en torno a Bolívar, con el fin de transformar la sociedad. Además, compartió con la audiencia un mensaje dirigido al fallecido presidente Chávez: “Comandante eterno, te amamos, hoy más que nunca reafirmamos nuestro compromiso por usted, por Bolívar y por la Patria (…) Ellos vencieron y nosotros venceremos”.


Durante los días siguientes, mientras que en el resto del país los descontentos continuaban marchando, levantando barricadas y ascendía la cifra de los muertos, los heridos y los detenidos, en Santa Elena los más jóvenes de la Mesa de la Unidad y sus más fieles amigos y seguidores se congregaban en la Plaza Bolívar, a partir de las cuatro, para rayar parabrisas y pavimentos y, al caer la noche, orar por los fallecidos y, a veces, caminar a la luz de  las velas.


Ya en marzo, alguien salió de noche y espray en mano llamó a la ciudadanía a rechazar la Mercorumba, la octavita de carnaval organizada por la Alcaldía desde hace 10 años. “Luto nacional”. “No a la Robo Rumba”, decían las pintas. Pero el siete y el 8F, la colectividad, salvo excepciones,  amaneció bailando bachatas guayanesas, forros y vallenatos. 

A mediados del mes, la misma caligrafía llamó a la rebelión y unas manos anónimas fijaron sobre las paredes del centro hojas tamaño carta compartiendo las razones de las protestas encendidas en el centro, occidente y oriente del país: escasez, colas, corrupción, inflación, devaluación, inseguridad y recordando el contenido del 350 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.


En Santa Elena, hoy escasean de un todo el café, la margarina, las harinas de trigo y maíz, el arroz y la leche, por hacer corta la lista; el bolívar vale de 25 a 30 veces menos que un real brasilero; el propio 9F muchos ciudadanos saltaron de la Mercorumba a los alrededores del estadio de softbol para hacer la cola y lucharse una bombona de gas; normalmente, los conductores esperan de una a dos horas para llenar el tanque de gasolina. Pero no hay inseguridad; hay oro, diamantes y destrucción; al menos 200 hombres y mujeres se ganan la vida agitando pacas de billetes en las calles y canjeando bolívares por reales o al contrario y otros cientos vendiendo gasolina por litro.


A mitad de marzo, unas manos -anónimas una vez más- dejaron un papel bond en el acceso a un edificio del centro de la localidad fronteriza: “Le tengo miedo al silencio de mi pueblo Despierta SOS”.”No sean estúpidos, Maduro y punto chico. Jajajaja”, le respondió alguien más.


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