Gran Sabana no postal

Mi madre siempre dice que vivo "en el fin del mundo". Yo vivo en la Gran Sabana, en el sureste extremo de Venezuela, en un sitio tan distante
y tan distinto que hasta se me ocurrió quedarme a vivir. Los invito a conocer esa Sabana que experimento en mi cotianidad: la Gran Sabana no postal.

viernes, 20 de febrero de 2015

Ganar en reales y gastar en bolívares

Ante la enorme y creciente diferencia entre los bolívares venezolanos y reales brasileros, los venezolanos traspasan la frontera para trabajar por lo que al otro lado es menos de un salario mínimo, por 500 ó 1000 reales y luego regresan a Santa Elena, la última ciudad venezolana hacia el extremo sureste del país. Entonces, milagrosamente logran para pagar en bolívares todo cuanto necesitan ellos y sus familias. Esto sucede desde hace relativamente poco, tal vez desde hace un año. Foto: Cortesía


Vicner, Raquel y Eva jamás pensaron poner un pie en el extranjero para ganarse la vida. Pero se les dio la oportunidad, sacaron cuentas y se enfilaron hacia el otro lado de la línea, para trabajar y cobrar en reales. Por estos días, el cambio entre los trocadores de la plaza ya pasa de los 55 por uno, si bien oficialmente se ubica en Bs. 2,19 por 1 real.

No se trata de emigrar, ninguna de las tres vive en Brasil, simplemente trabajan, comen y duermen y al cobrar regresan a Santa Elena de Uairén, a Venezuela para trocar y pagar en bolívares todo cuanto necesitan ellas y sus familias.

Vicner, separada de su marido y con dos hijas, estaba buscando empleo a comienzos de año. Entonces, una conocida llegó a su casa y le preguntó si quería trabajar en un restaurante en Villa Pacaraima.

Trabaja a metros de la calle Suapí, la principal vía comercial del pueblo.
Pacaraima, también conocida como BV8 o La Línea, es la localidad brasilera más cercana a Venezuela, un pueblo de 5 mil habitantes, la mayoría de ellos empleados públicos, agricultores o comerciantes.

BV8 prosperó de prisa entre 1990 y 2005, mientras que el cambio favoreció a los venezolanos, que compraban por docenas Calabresas, salchichas brasileras, productos para el cabello, hamacas, sombreros, sandalias Havainas y camisetas con los colores de la bandera del Brasil. Entonces, los brasileros venían desde Boa Vista y otros lugares de Roraima a trabajar en Santa Elena.

Vicner es Técnico Superior Universitario (TSU) en Higiene y Seguridad Industrial. Pero jamás ha ejercido su profesión. Sus compañeros de la universidad, los que se graduaron con ella y consiguieron emplearse, ganan de 8000 a 9000 bolívares. Alguna vez, trabajó en una farmacia, como vendedora. Ganaba sueldo mínimo. Era madre y ama de casa a tiempo completo.

Esta tarde, como durante el último mes y medio, comenzará a trabajar a las cinco, recogerá su cabello, se colocará su “gorrito de chef”, se lavará las manos y preparará y servirá alrededor de 25 cenas.

Cuando se casó no sabía ni freír un huevo. Aunque su mama tiene un restaurante. Ahora, hace hamburguesas y comida casera, feijão, arroz, carne, macarrão y ensalada. Aprendió a cocinar sin aliñar mucho. Dice que a los brasileros les gusta la comida con poca sal y apenas sazonada.

A eso de las diez, recogerá, limpiará y dejará el negocio listo para el día siguiente. Saldrá a las once.

Trabaja durante todo la semana, aún debe conversar con su jefe cuál será su día libre. En mes y medio no ha librado ni un día. Cobra 700 reales más habitación y comida.
Mañana, en la mañana, irá a Santa Elena, a 15 kilómetros, pasará un rato con sus hijas y les cocinará.

Las dos, de cinco y 11 años, viven con la abuela porque en Pacaraima cada vez es más difícil conseguir cupos en las escuelas para los venezolanos. Antes era fácil, alrededor de 200 niños y niñas venezolanos cursan estudios en BV8, pero ahora quienes deseen una matrícula deben comenzar por anotarse en la lista de espera y gestionar su visa estudiantil. Vicner probablemente logre inscribirlas para 2016.

“Yo he escuchado que aquí tratan mal a los venezolanos, que si venecos, que si tienen que salir de su país porque están pasando trabajo, pero a mí no me ha tocado (…) Yo estoy contenta, me gusta lo que hago y me gusta el ambiente. El clima me encanta y la gente es tranquila y con este sueldo”, al cambio logra al menos 40 000 bolívares por mes y no gasta nada.

En mes y medio, ya conoció a otros cuatro venezolanos en similares circunstancias: a la muchacha de la tienda de ropa íntima, quien gana 500 reales y sale temprano; al cajero del supermercado cercano, quien gana 1000 reales y trabaja durante todo el día y a una manicurista y peluquera. “El muchacho me dijo que se vino de Valencia por la inseguridad y porque estaba desempleado”.

A partir del primero de enero de 2015, el salario mínimo brasilero es de 788 reales, aproximadamente 333 dólares. Diariamente una persona debe ganar al menos 27,27 reales ó 3,58 reales por hora.

Raquel y Eva se alternan el cuidado de una anciana en Boa Vista.

Boa Vista, la capital del estado brasilero de Roraima, es una ciudad de aproximadamente 350 mil habitantes ubicada a 220 kilómetros de Santa Elena.

De momento, Eva está allá y Raquel en Santa Elena.

Hoy, con certeza, Eva se levantará sobre las seis, ayudará a la señora a salir de la cama y a asearse, le hará su café con leche y se lo servirá, junto a un pedazo de pan; pasarán la mañana juntas; probablemente, Eva limpiará un poco la casa; , hará el almuerzo, pescado de río, pollo o bistecs, arroz, ensalada y jugo; las dos harán la siesta; se levantarán, conversarán mucho; Eva hará la cena, una sopa de vegetales, tal vez y finalmente ayudará a la mujer a regresar a su cama.

“En Boa Vista me siento muy bien, no tengo necesidad de pagar comida ni habitación y por la situación que tenemos aquí, en Venezuela, que el dinero no da, esto me sirve. Yo allá no gasto nada. La señora hasta me paga el pasaje y en diciembre me regaló ropa para estrenar”, contó Raquel.

Raquel gana 1000 reales al mes, si bien ha escuchado que por oficios similares una mujer brasilera exige 50 reales por jornada, de ocho a dos de la tarde.

La segunda vez que viajó, en el carro por puesto que la llevó de Pacaraima a Boa Vista conoció a una muchacha de Maracay, estado Aragua, Venezuela, aproximadamente a 1500 kilómetros de esta frontera. Le contó que tenía un tío que trabajaba en el Aeropuerto de Santa Elena y que, a través de él, hizo contacto con la dueña de un kiosco de comida en Boa Vista. Gana 700 reales por mes.

Soto, músico de profesión, va a Boa Vista cada vez que un local nocturno lo contrata. Le pagan por el toque, el hospedaje, la comida y el transporte. En una noche puede hacer 200, 300 reales. Algunos de sus contratistas suelen bromear diciendo que con eso puedo vivir dos semanas en Venezuela.

“En el por puesto, ya he conocido a varios obreros calificados, soldadores, albañiles, que están trabajando allá. Van durante el tiempo que dure el contrato y regresan”.


En su sede de Pacaraima, la Policía Federal Brasilera suele ser rigurosa al momento de chequear el ingreso de los extranjeros. Por lo general otorgan permisos de estadía por 30 días y estos obviamente no incluyen derecho al trabajo. Quienes salen del país, más allá del tiempo fijado en los permisos, deben pagar una multa, también en reales obviamente.
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