Gran Sabana no postal

Mi madre siempre dice que vivo "en el fin del mundo". Yo vivo en la Gran Sabana, en el sureste extremo de Venezuela, en un sitio tan distante
y tan distinto que hasta se me ocurrió quedarme a vivir. Los invito a conocer esa Sabana que experimento en mi cotianidad: la Gran Sabana no postal.

lunes, 20 de agosto de 2012

Un voto cuesta 150 reales


En su consigna de campaña ofrece “Renovación con dignidad y oportunidad, respetando el pueblo” Foto: Morelia Morillo


Hoy lunes Daya amaneció en la radio.
Acción Comunitaria es el programa más escuchado por los habitantes de Gran Sabana y Daya se levantó temprano, tal vez media hora antes que de costumbre y se dirigió a su encuentro con Ramón López, la voz más popular de la radio local, para denunciar la compra de votos por parte de los candidatos a vereadores (concejales) en el Municipio Pacaraima, Brasil.
Villa Pacaraima, La Línea, BV8, la capital municipal, está ubicada a 15 minutos de Santa Elena, la principal ciudad del Municipio Gran Sabana en el extremo sureste de Venezuela.
Daya, al igual que aquellos a quienes acusa de pagar 150 reales por cada voto, se postula a concejal por el Partido Social Democrático Cristiano (PSDC) y en su consigna de campaña ofrece “Renovación con dignidad y oportunidad, respetando el pueblo”.
Desde el micrófono, de cara a Ramón López, Daya fustigó a su gente:
“no puedes vender la educación, la salud, la seguridad (…) Hoy te pagan, pero mañana cuando reclames te van a decir ¿Quién eres tú?”

Daya habla en español y de pronto, con previo aviso, lo hace en portugués. Ella se dirige a los brasileros que moran del lado venezolano de la frontera, pero que conservan su derecho al sufragio en su país de origen. En esta frontera 150 reales son 675 bolívares aproximadamente.


domingo, 12 de agosto de 2012

El Frente vs. Los motorizados

Los motorizados volvieron con un documento en el que reclamaron “los vejámenes”, los nuevos controles impuestos por el FFM y requirieron para los consejos comunales los puestos de trabajo ocupados por “los foráneos”. Foto: Morelia Morillo


El lunes , ante las nuevas restricciones impuestas por el Frente Francisco de Miranda (FFM), dos docenas de motorizados se reunieron en el Espacio de Encuentro para la Cultura y las Artes, compartieron su descontento, se confesaron “talibanes”, recogieron 60 firmas y se fueron, haciendo rugir y pitar sus motos, al Concejo Municipal.

Aquí, el FFM es una especie de escuadrón moral. Sus paladines –escogidos foráneos con la idea de que así no se contaminarían ante el objeto de sus luchas- llegaron a esta frontera hace dos años con la misión de erradicar la corrupción existente en torno al suministro del combustible. Como parte de “la fusión cívico militar”, el Ejército y la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) continuaron a cargo de las tarjetas de control de los carburantes y de su chequeo –a contra placa- a las puertas de las bombas locales.

Ataviados con gorras y franelas rojas y henchidos de convicción revolucionaria, tomaron el control de las bombas; por meses, disminuyeron de cinco horas a cinco minutos la espera en las estaciones de servicio; poco más de 700 días después, resisten una lluvia de acusaciones entre filas de carros. Los conductores aguardan 45 minutos en promedio y, eventualmente, viven lo extraordinario: pasan directo al surtidor.


Aquí, los “talibanes” son los revendedores de combustible, un bien que en esta frontera cuesta entre uno a tres reales dependiendo del día y cada real entre cuatro a cinco bolívares. Antes, eran seres indeseables, gente que olía demasiado a gasolina; ahora, un “talibán” es siempre “un padre de familia” y, casi siempre, “un desempleado que, de alguna manera, debe ganarse la vida”, así es como se presentan.


Ya en el Concejo, en la calle Urdaneta, los motorizados solicitaron un derecho de palabra para la sesión del martes y se marcharon -haciendo rugir y pitar sus motos – hasta el día siguiente.

Veinticuatro horas después, volvieron con un documento en el que reclamaron “los vejámenes”, los nuevos controles impuestos por el FFM y requirieron para los consejos comunales los puestos de trabajo ocupados por “los foráneos”. Reclamaron por escrito e hicieron uso de su derecho de palabra.

Al iniciarse agosto, el Frente Francisco de Miranda instauró una nueva metodología para la atención de los motorizados: empezaron a llevar el registro de acuerdo a los cuatro últimos números del serial o vida y no de la placa, a atender a cada moto un día sí y un día no, a recibirlos sólo en la Estación Gran Sabana y los domingos servirles cinco litros y no el tanque “full”.

Como argumentó, el FFM explicó que se detectó que “algunos motorizados, no todos” acudían primero a la Estación PDV, surtían y, después de retirarle la placa a su motocicleta, se dirigían a la Estación Gran Sabana o viceversa, causando el caos e impactando los excedentes de gasolina en la calle y, por tanto, los índices de contrabando.

Antes de conocerse esos nuevos controles, trascendió que “algunos motorizados” lograban surtir hasta 10 y más veces por día: sacando o tapando la placa, cambiando de piloto, usando lentes, dejándolos en casa, cambiando de gorra, portando sombrero, sin casco o con él. Al final del día, según los favorecidos, lograban llenar un tambor de 200 litros y embolsillarse, por lo menos, 1 000 bolívares.

Los concejales sirvieron de intermediarios y el miércoles, a eso de las cinco de la tarde, el comandante militar de la localidad acordó con los motorizados en conflicto que pueden surtir en cualquiera de las dos estaciones, eso sí, de acuerdo al terminal del serial y con un día de por medio; los domingos todos en la estación correspondiente y llenar su tanque. Los concejales, además, prestaron las instalaciones de la Cámara Municipal para censar a aquellos que se mueven sobre dos ruedas y luego gestionarán el financiamiento para dotarlos de cascos.










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