Gran Sabana no postal

Mi madre siempre dice que vivo "en el fin del mundo". Yo vivo en la Gran Sabana, en el sureste extremo de Venezuela, en un sitio tan distante
y tan distinto que hasta se me ocurrió quedarme a vivir. Los invito a conocer esa Sabana que experimento en mi cotianidad: la Gran Sabana no postal.

miércoles, 30 de junio de 2010

Viernes de “jogo”, todo puede esperar

A falta de equipo propio, en la Sabana casi todos le vamos al vecino (Fotografía de Tewarhi Scott).
Nada de informalidad, ni disimulo. El comunicado que informó a los señores padres de los niños y niñas matriculados en la Escuela Municipal Alcides da Conceição Lima que el viernes pasado (“sexta feira”, 25 de junio de 2010) no habría clases lo dejó bien claro: “en virtud del juego de la selección brasileira en el mundial de “futebol”.

El ímpetu viene en aumento.

Vio, estudiante de primer grado, nos mantuvo al tanto de las medidas que se tomaron en la escuela una vez iniciado el mundial: Al principio, todos se concentraron “al lado de la oficina de la directora” para ver el “jogo”; después, la maestra instaló un televisor en el salón de clases. Y lo propio hicieron sus colegas. “Tenemos que ir vestidos con los colores de la bandera”, dijo Vio en casa, y, al mismo tiempo, revolvía sus gavetas en busca de una franela amarilla o verde o bien “verdeamarela”.

Pero, durante las eliminatorias, el compromiso exigió más y la mismísima “Prefeitura” del Municipio Pacaraima, del estado de Roraima al noreste del Brasil, refrendó la suspensión de las “aulas” es decir de las clases.

La tarea, para el fin de semana del 26 y 27 de junio de 2010, no podía ser otra: “Ordene alfabéticamente los nombres de los jugadores de la selección brasileira de fútbol”. “Yo solamente me sé el nombre de Kaká”, nos dijo Vio, “pero… ¿Podemos buscarlos en Internet verdad?”

Esta “sexta feira”, este viernes 2 de julio de 2010, la selección brasileira vuelve a la carga y esta vez contra Holanda, una naranja mecánica que quiere volver “suco” a sus rivales suramericanos. “Yo creo que no vamos a tener clases, porque ese día tenemos que ver el juego”, nos dijo Vio.

Mientras tanto, en Santa Elena de Uairén, a 15 minutos de los hitos, cada partido del vecino se vive con pasión. Acá, los viernes son de mercado, el día en que los productores de las comunidades indígenas vienen a vender sus cosechas al igual que los camiones venidos del resto del país. Sin falta, el pueblo sale a las calles a vender o a comprar; pero, cuando juega Brasil, la rutina es otra: viernes de juego, viernes de “jogo”; el mercado, las clases, mejor dicho, todo puede esperar.

miércoles, 23 de junio de 2010

“Jesucristo Superstar cayó con drogas en la frontera”

Esta imagen corresponde a la puerta de una vivienda pemón en la comunidad de Monte Bello (Fotografía de Morelia Morillo).
Acá, en la frontera entre Venezuela y Brasil, un hombre maduro, vestido de bata roja y sandalias de cuero, cabellos y barba largos y enmarañados, pedaleando una carrucha, embalado hacia la línea limítrofe, a nadie le llama la atención o si, pero no demasiado.

La Gran Sabana y especialmente El Paují son destinos o paradas obligadas para los mochileros -“son hippies”, sintetizan algunos- que recorren la ruta entre Colombia y Tierra del Fuego, en Argentina, o en sentido contrario.

Por algo, la operadora turística más próspera no es la que garantiza más comodidad y vistas gloriosas a la tierra de los tepuyes sino “Backpacker”, la que ofrece lo mínimo y precios a la medida de los que viajan con una mochila al hombro.

Tampoco sorprendió a nadie que el hombre de la batola se instalara en Santa Elena de Uairén y menos que recogiera y transportara latas de aluminio en su bici-carrucha.

Esas cosas pasan aquí: la gente viene por una semana y se queda por el resto de la vida. “La Sabana te atrapa”; “Es la energía de la Sabana”; “La Sabana es una madre maravillosa”, argumentan quienes se han quedado.

Lo bautizaron “Jesucristo Superstar.

El hombre de la batola se sumó a las familias que invadieron el bosque ubicado antes de la urbanización Brisas del Uairén y formaron una barriada llamada “El Salto”; de inmediato, se hizo pastor de esas almas y, a punta de pedalear una carrucha cargada de latas de un lado a otro de los hitos, empezó a construir un templo.

“Él se viste así porque está cumpliendo una promesa, pero es un buen tipo. No hay que juzgar a la gente por las apariencias”, comentaba uno de sus feligreses.

Hace una par de semanas, una noticia sacó a los del pueblo de sus camas: “Jesucristo Superstar cayó con drogas en la frontera”, se escuchó bien temprano en la radio.

Entonces, vía telefónica, la audiencia terminó de hilar la historia: “Ese no era ningún pastor”; “Ese ya había caído con una lata de cerveza rellena de perico, pero se bajó con algo y lo dejaron libre”, “Todo el mundo sabía en qué andaba ese hombre”, “Lo del disfraz y las latas eran pa' mete el paro”.

“Lo que pasa es que esta vez lo agarraron con cuatro kilos de alta pureza, eso lo sabía todo el mundo ¿Cuál es la sorpresa?”.

jueves, 17 de junio de 2010

R no es sordo ni mudo, él sólo habla pemón

Cada año, en Santa Elena se realiza un corcurso de lectura en español, pemón y portugués (Fotografía de Morelia Morillo).
R tiene 3 años, sin embargo, su papá y su mamá acaban de descubrir su voz.

Hasta hace pocos días, M y J -ambos profesionales, no indígenas, habitantes de Santa Elena de Uairén- pensaban que su hijo era sordo y que por eso no hablaba.

Casi sin acordarlo entre ellos, se habían dado un tiempo, al niño y a ellos, para buscar una solución o al menos un diagnóstico. Tal vez, esquivaban una mala noticia.

Sus abuelos maternos también pensaban que el niño no hablaba, pero sólo lo comentaban entre ellos para no preocupar a los muchachos.

Al terminar su reposo, después del parto de R, M volvió a su trabajo. Ella trabaja en una de las instituciones dependientes del estado con oficinas en Santa Elena de Uairén.

Del cuidado de R se encargó una señora pemón. Las indígenas tienen fama de ser cariñosas, pacientes y calladas, ideales para cuidar a los bebés.

Dos años más tarde, la niñera decidió dejar el trabajo y, de inmediato, fue sustituida por otra mujer pemón tan callada y serena como la primera.

De entrada, M le advirtió a la nueva cuidadora: “él no habla, tiene que estar pendiente para saber si quiere ir al baño o comer”. Seguramente, la mujer la escuchó, le asomó una sonrisa y apenas se despidió de ella con un “adiós” deslizado entre dientes.

Al final de la tarde, M volvió de su trabajo y, entonces, la mujer pemón salió de su silencio para darle la noticia que tanto había esquivado M: “¿Cómo que R no habla? Él habla conmigo”. “Háblele a ver”, la retó M. “Achi' kö”, es decir “ven acá”, debió decir la mujer pemón. “Ina”, o “sí”, debió responderle el niño.

“Yo le hablo en pemón y él me responde”, aclaró la niñera para despejar por completo la incredulidad de la madre.

El pemón es el idioma del pueblo indígena pemón, los habitantes ancestrales del sureste venezolano, de la Gran Sabana.

El pemón es de origen caribe, de pronunciación glotonasal es decir que sus hablantes apenas abren la boca para hacerse escuchar, rico en palabras agudas y, a juzgar por la insignificante cantidad de hablantes no indígenas, es también sumamente difícil.

Según el Censo de Población y Vivienda realizado en 2001, los pemón venezolanos son 27.270 personas; la mayoría hablantes de su idioma y del español.

Muchos de ellos se comunican también en portugués y en inglés, pues tienen familiares y paisanos en Guyana y Brasil.

“Ailö”, es decir adiós o hasta luego, debió susurrar la mujer pemón dejando a M sin palabras. “Ailö” debió responderle R.
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