Gran Sabana no postal

Mi madre siempre dice que vivo "en el fin del mundo". Yo vivo en la Gran Sabana, en el sureste extremo de Venezuela, en un sitio tan distante
y tan distinto que hasta se me ocurrió quedarme a vivir. Los invito a conocer esa Sabana que experimento en mi cotianidad: la Gran Sabana no postal.

domingo, 23 de septiembre de 2012

¿2 500 bolos para cada uno? Si va


 
Un día cualquiera, el último de los carros brasileros en fila rumbo a la Estación de Servicio Internacional de Santa Elena fue numerado con el número 50. Fotografía: Morelia Morillo
 

 
Ese viernes, el 7 de septiembre, Santa Elena de Uairén, la capital del municipio Gran Sabana, en el extremo sureste de Venezuela, amaneció a reventar. Los brasileros, de Manaus y Boa Vista, debieron rodar toda la noche o al menos desde la madrugada.

El país en pleno comenzaba el feriado con motivo de la celebración del Día de la Independencia y buena parte de los habitantes de los estados Amazonas y Roraima viajaron a esta frontera para aprovechar las virtudes de un poderoso real a punto de coronar los cinco bolívares. Varias docenas de niños, niñas, adolescentes y adultos venezolanos, estudiantes de las instituciones brasileras de Pacaraima, se sumaban al desfile organizado por las escuelas y otras instituciones.

Durante tres días, los brasileros llenaron los hoteles, los restaurantes, la panadería, los supermercados chinos, las ventas de lencería, electrodomésticos y tecnología árabes e incluso algunos de las pequeñas tiendas venezolanas. “Se vendió sabroso”, le escuche decir a un comerciante de origen libanés.

Una semana más tarde, el diario Folha de Boa Vista publicó el relato de viaje (anónimo) de una de las parejas de que vinieron a Santa Elena durante aquel asueto.

 

.Sobre las ocho de la mañana, la mujer, su marido y sus otros 13 acompañantes, a bordo de tres vehículos de placas grises, en Brasil las placas de los carros particulares son grises y apaisadas, llegaron a la Estación de Servicio Internacional de Santa Elena de Uairén, casi sobre la línea limítrofe.

Con desgano, se incorporaron a la cola, que a esa hora y ese día debió enfilar a más de 100 vehículos. Entonces, un motorizado les ofreció gasolina y ellos, casi sin pensarlo, decidieron seguirlo.

“Nosotros decidimos salir de la fila y seguir al muchacho para comprar el combustible, pues teníamos poco tiempo para hacer las compras y queríamos aprovechar al máximo y mostrarle la ciudad a unos amigos de otro estado. Eso es una práctica normal en Santa Elena, todos compran y venden gasolina en aquella ciudad”, dijo al periodista que la atendió, seguramente en la antesala de la redacción.

Los tres carros, y sus 15 tripulantes, siguieron a un muchacho al mando de una moto hasta una casa en Santa Elena, a 15 kilómetros de la raya y a pocos metros del sitio en donde se hospedaban los viajeros. Una vez en el sitio, el muchacho partió.

Los turistas debieron ver al dueño de casa succionar a través de una manguera transparente, escupir, colocar el pico de la manguera sobre la boca del tanque y trasvasar el inflamable desde el bidón. Finalmente, cobrar al menos 5,1 bolívares fuertes por cada litro.

 Entonces, según el relato de la mujer, cayó la Policía. Seis agentes de la Policía del Estado Bolívar que, de entrada, les exigieron el pago de 15 mil bolívares fuertes para salir del lugar.

Ella relató que entre los policías argumentaban que debían repartir el dinero entre los seis y que jamás interpelaron al surtidor doméstico de combustible.

La denunciante, su marido y el resto contaron todo cuanto encontraron en sus bolsos y bolsillos. Probablemente, sin exponer su almuerzo y algún otro imprevisto y lograron juntar 1 100 reales. Así que a la pareja y a dos de los uniformados les habría tocado ir hasta Villa Pacaraima, a 15 kilómetros de Santa Elena, para retirar el dinero faltante en un cajero automático.

Al cruzar la frontera, la mujer se consiguió de frente con su hermano, al menos seis reductores de velocidad obligan a ir muy lento tanto de ida como de vuelta. El hermano trabaja como taxista en la ruta Boa Vista-La Línea y al ver a los suyos con dos policías venezolanos se acercó. Ella sintetizó cuando pudo y el taxista pidió a los agentes que pararan con la extorsión. Ellos aceptaron el monto disponible.

 “Fueron momentos de aflicción, entrecomilló el redactor, ellos estaban armados. No podíamos abrir las puertas de los vehículos. Fuimos secuestrados y asaltados dentro de Venezuela”, dijo la mujer.
 

.La semana pasada, dos semanas después del Día de la Independencia en el Brasil, la noticia se coló a través de la radio local y comunes e instituciones se dedicaron a indagar en la veracidad de aquella nota: “Es una denuncia anónima”; ¿Por qué no pasaron por el Consulado Brasilero?; “ningún periodista se hace responsable por el texto”; “Finalmente, no tienen derecho a reclamar porque andaban en algo ilegal”; “Nadie ha formalizado la denuncia en Policía”; “Nadie ha expuesto la situación en Consulado”.

En la Folha Web la nota dio lugar a nueve comentarios: el primero de los lectores preguntó si se trataba de un chiste; el segundó llamó a sus compatriotas a estar conscientes de que en Venezuela el crimen organizado puede estar en cualquier parte; otro reflexionó “país extranjero, territorio ajeno”; el cuarto dijo que tanto en Brasil como en Venezuela, los brasileros son tratados como ciudadanos de tercera categoría; el quinto entiende que lo de hacer denuncias en Venezuela no resuelve nada y llama a nuestro país covil, una palabra que se traduce como cueva, madriguera, antro;   el sexto responsabiliza a los denunciantes por haberse atrevido a poner un pie en este país en donde “de la misma forma en que los policías trataron a aquellos turistas, los comerciantes tratan a los clientes”; el séptimo soltó una orden: “dejen de ir a ese país corrupto”; el octavo se resignó, de inmediato, a que no habrá solución para el caso; el último dijo “no me gusta Venezuela, pero los brasileros sacan lo peor de sí” (allá).

El redactor de la nota consultó al cónsul venezolano en Boa Vista José Martí Uriana Morán, quien precisó que los agraviados deben comunicarse con su representante consular en Venezuela, para que las autoridades venezolanas sean informadas formalmente y procesen la denuncia.

 

 
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