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Este trabajo se publicó inicialmente en el sitio web ElEstimulo.com. Fotografía de Morelia Morillo |
Desde horas de la madrugada, comienzan a alistarse los
venezolanos que desean ingresar al Brasil para ir más allá de la zona
fronteriza, por lo general hacia Boa Vista (BV), principal ciudad del estado de
Roraima, a 220 km de Venezuela.
Las filas comenzaron a acrecentarse a finales de junio, de
forma que un trámite de migración, que antes se canalizaba en no más de media
hora, requirió de pronto de un promedio de tres horas y, desde hace dos
semanas, el tiempo de espera se prolongó a 12 horas dada la cantidad de
venezolanos que aspiran llegar a BV.
A partir de este lunes, en las instalaciones de la Policía
Federal Brasilera, en la frontera con Venezuela, funciona un sistema de ticket
que emite 400 números para quienes ingresan al Brasil y 400 más para quienes
necesitan sellar su salida.
El sistema comienza a funcionar a las 7:00 de la mañana.
Quienes lleguen después de que se agoten los números, deben esperar hasta el
día siguiente.
Rafael González, residente de Puerto Ordaz, quien viaja para
comprar cauchos, llegó al cruce a las 7:00 pm; colgó una hamaca entre dos vigas
cercanas, mientras que otros descansaban en colchones o en el piso; a las 3:00
am, se anotó en una lista elaborada por la misma gente y a las 7:00 am obtuvo
el número 23.
Miguel Albujas, residente de Santa Elena de Uairén, llegó al
lugar a las 6:30 am; a las 7:00 am cuando se inició el sistema de asignación de
números tomó el 318; según sus estimaciones, esperaba salir a 2:00 pm o tal vez
después.
Entre jueves y viernes, entrevistamos a ocho personas, siete
manifestaron dirigirse a BV, en sus vehículos particulares, para comprar
cauchos y productos de primera necesidad, como medicinas, alimentos y cosméticos
para el consumo familiar. Aseguran que en BV consiguen mejores precios que en
Villa Pacaraima, La Línea, primera localidad brasilera. Para ello reciben
permisos de turismo de entre tres a
cinco días. Una de las ocho personas tramita una solicitud de refugio, figura migratoria
que se ha popularizado recientemente entre los venezolanos en BV.
De acuerdo con una nota publicada por Folha Web a finales de junio pasado, con
datos del Comité Nacional para Refugiados (Conare), entre enero y mayo
de 2016, 388 venezolanos pidieron abrigo en Roraima.
Los que van para
volver
José Luis Peraza, residente de Puerto La Cruz, dijo que pasó
12 horas en la cola para entrar al Brasil. Al regreso, obviamente, tuvo que
hacer la cola de nuevo.
En BV compró arroz, pasta y azúcar, cinco kilos de cada cosa
en R$. 2,99
por unidad, Bs. 1046; vitaminas para sus niños y anticonceptivas para su esposa.
Además, aprovechó para conocer. Al regreso, se detendría en
la Gran Sabana.
Rafael Moreno dijo que decidió ir a Boa Vista "para
buscar la economía" porque en Caicara, población del estado Bolívar en donde reside, un kilo de azúcar le cuesta
Bs. 4000 y uno de arroz o de pasta Bs. 3500.
Él y sus amigos durmieron dentro del carro en la Gran Sabana
y antes de las 6:00 salieron rumbo a las dependencias de la Federal Brasilera.
A las 8:00 de la mañana, se consiguieron con una fila de al menos 200 personas.
"Hay dos funcionarios nada más y el sistema está
lento".
José Briceño viajó para comprar repuestos para el carro y
cauchos rin 17. Dijo que en Maturín, estado Monagas, le cuestan 280 mil cada
uno y en BV, aparentemente, 150 mil al cambio.
"Llegué a las ocho de la mañana, voy a hacer esa
diligencia y mañana regreso".
Rises Díaz y su acompañante iniciaron su cola el lunes a
6:00 de la mañana, salieron a las 6:50 PM. Regresaron el miércoles, cuando
intentaron incorporarse a la cola les informaron que ya habían recogido los
documentos de identidad.
"Nos quedamos en un hotel en Santa Elena, la ciudad
venezolana más cercana, pagamos Bs. 12.000, pero hay mucha gente que se queda
en los carros".
Compraron dos cauchos rin 14, con respecto a los precios de
La Línea se ahorraron R$.80, Bs.60.000.con
respecto a Ciudad Bolívar.
Además compraron arroz, pasta, azúcar, mantequilla, papel
higiénico y toallas sanitarias. "En La Línea no hay equidad de precios,
están como en Venezuela".
"No nos entendemos y en lo poquito que nos podemos entender
se siente el maltrato", dijo con respecto al retraso en el trámite migratorio.
Matías Yang llegó a las 6:00 de la mañana. Contó que los
primeros de la cola llegaron a las 3:00. Él y su amigo lamentaron que
anteriormente visitaban la Gran Sabana para hacer turismo e iban a La Línea
para comer churrasco brasilero.
En esta oportunidad, en cambio, viajaron para comprar cauchos
rin 17 que en Boa Vista, según le han dicho algunos conocidos, cuestan R$.500 y
en Ciudad Bolívar Bs. 367 mil; además de arroz, pasta, jabones y aceite
comestible.
Julio Gutiérres y Joelvis Jaramillo, de Puerto Ordaz y Puerto La Cruz, llegaron a la frontera la
noche del jueves, pernoctaron en la redoma cercana. Esperaban para sellar su
ingreso poco después de las ocho de la mañana.
Viajaron para comprar repuestos. "Yo tengo un Mitzubishi y
aquí estoy parado por una correa", dijo Jaramillo; además de productos de
higiene personal, azúcar y harina de trigo y preguntar por los precios de los
cauchos.
Los que se
quedan
Ana Contasti es indígena
pemón, de la Gran Sabana, pero vivió durante 10 años en El Caura, otra zona del
estado Bolívar. Hace seis meses, ante la crisis venezolana, el padre de sus dos
hijas menores decidió solicitar refugio en Brasil.
Él, como haitiano, tiene prioridad tras el terremoto que asoló a
ese país en 2010. Cuando consiguió trabajo y un lugar donde vivir, llamó a Ana
y a las niñas. "Me vendría más que todo por el cambio (R$ a Bs) y porque
uno puede trabajar dos turnos (...) Pero ahora me están diciendo que si uno
pide refugio no puede salir".
Según la nota de Folha, entre
septiembre de 2015 a abril de 2016, la Federal deportó, desde Roraima, estado
fronterizo con Venezuela, a 253 extranjeros.
Ese medio reseño que Allan Robson, superintendente interino de
esa institución, en la entidad, declaró que las deportaciones de venezolanos
obedecen a los reclamos de la ciudadanía y que esos migrantes ejercen, con
permisos de turistas, actividades remuneradas, de mendicidad o artísticas
callejeras.