De cada 10 carros, ocho, o bien los diez, llevan sobre el parabrisas el quita y pon fosforescente que los identifica como TAXI (Fotografía de Tewarhi Scott). |
M. es contadora, T. es artista plástico, M. es profesora jubilada, J. también es educador jubilado, M. es técnico en electrónica, A. es sólo uno de los cientos de hombres expulsados de las minas de oro y diamante por el Plan Caura.
Sin proponérselo, todos coinciden en su sitio de trabajo: el asfalto, el ruedo, “a rua”, la calle.
Todos, unos de buena gana y otros a regañadientes, han tenido que destinar su único capital –su tiempo y su vehículo- a “taxiar”, un verbo que por acá se conjuga en todas las personas y tiempos. Alguien debe llevar el pan a la casa y la mayoría lo logra “taxiando”.
Seguramente, más de uno de ellos había jurado por su madre que jamás “taxiaría”, pero ya se sabe que la lengua es castigo del cuerpo y que la necesidad tiene cara de perro.
Si en el resto del país no hay empleo, en Santa Elena, en lo más profundo del sureste venezolano, la posibilidad de dar con uno no existe.
Las minas fueron cerradas por el Plan Caura, si bien muchos siguen trabajando de noche. “Después que pasa el pájaro”, explica una vecina, refiriéndose al helicóptero que “vuela bajitico para ver si las aguas de los ríos están turbias (…) Al día siguiente, les mandan una comisión para que los saque, aunque algunos pagan para que los dejen seguir”.
El puerto libre es controlado por los comerciantes de origen chino y libanés que llegan con dinero para invertir y familia para emplear.
Y el turismo sube o baja de acuerdo al acontecer nacional.
¿Y entonces de qué vive este pueblo?
Unos del “talibaneo”, es decir del contrabando de combustible que entre los brasileros se “quema” a cualquier precio, y otros del “taxeo”.
De cada 10 carros, ocho, o bien los diez, llevan sobre el parabrisas el quita y pon fosforescente que los identifica como TAXI. Algunos como el carro de T. llevan tres pues la competencia es feroz.
En Santa Elena no hay transporte colectivo. Se han dado un par de intentos. Uno impulsado por la Alcaldía y otro por la Gobernación de Bolívar. Pero ambos han fracasado. El primero porque aparentemente los autobuses se compraron ilegalmente. Del segundo, algunas busetas terminaron siendo chatarra y otras migraron a municipios más poblados pues el flujo de pasajeros de la Gran Sabana supuestamente no dio para pagar los créditos.
Pareciera que inconciente o concientemente, los de acá se boicotean esa posibilidad, que sin duda afectaría a sus muy precarias economías familiares.
El banderazo -la arrancada, el traslado por distancia mínima- está fijado en Bs. 7 por la Alcaldía, así como el resto de los precios dependiendo del destino, pero lo cierto es que el precio de una carrera suele ser el resultado de una puja entre la necesidad del pasajero y la del conductor.
Un taxista novato hace al menos Bs.100 diarios. El promedio se mantiene sobre los Bs.200. Los veteranos remontan los Bs.300. “Los amigos míos, los colombianos, hacen 500 pero esos bichos no paran”, asegura H. que está punto de graduarse de administrador, pero ejerce como taxista.
“Qué más da. Al menos aquí no hay inseguridad y uno puede salir a taxiar tranquilo”, diría cualquiera de los identificados por sus iniciales. Sólo les daré un nombre: Manuel de Jesús Vallés. Fue taxista y ahora es alcalde.
5 comentarios:
Excelente!!! Qué más te puedo decir...
Fiel reflejo de una cruda realidad!! muy bien More!!
Grcias a mi comadre Adri y a la tía Elena, por su lectura y especialmente por tomarse el tiempo para comentar.
Sólo les pediría algo más: que compartan este texto y cualquier otro del blog con sus amigos a través de FB o cualquier otra red.
Gracias y hasta el próximo post.
Muy interesante.
Santa Elena en eso refleja en gran parte la realidad de toda Venezuela. Pese a que tiene problemas y ventajas especiales, pese a que muchas cosas son más sencillas y otras más enredadas, es una micro Venezuela. Sencillamente es más fácil analizar la economía de esa zona, pero es algo parecido en otros sitios.
Hace unos meses estaba revisando los datos publicados por el INE sobre la economía venezolana. Aunque uno tiene que tomar todo lo que sale de allí con una o dos o tres pizcas de sal, hay algunas verdades que aparecen aunque ellos no quieran. En una página había datos sobre las ramas de empleo en Venezuela. Revisé la información para un par de estados.
Lo primero que noté y que no era nuevo para mí era que la mitad de la población vive de lo que en Venezuela se llama "economía informal". Es decir: son taxistas o buhoneros. No se trata de "electricista que no cobra el IVA" como ocurre en Europa en mayor (Grecia) o menor grado (Alemania, el Norte). Lo que me llamó la atención sobre eso es cómo el rebusqueo subía tan pronto salías de Caracas. En Barinas se tiene el mayor número de personas en esa "economía informal" (que aquí sería clasificada como parte de desempleo).
En Venezuela, pues, realmente no hay un desempleo de 8,1%, sino de 8,1 + 48-50%.
En segundo lugar: en el mismo Carabobo industrial aproximadamente un tercio de la población decía trabajar en un área súper general que era "transporte" y un 25% aprox. en "no definido". Me asombra que un tercio de la población pueda vivir de transportar cosas o gente.
El problema es de fondo. Aquí en Europa tenemos una mayoría trabajando en el sector de servicios desde hace tiempo, pero también hay industrias fuertemente especializadas y muy productivas que exportan. Esas industrias se basan ante todo en un personal calificado. Se trata ante todo de obreros especializados, no de millones de ingenieros.
El concepto de sustentabilidad no se aplica solo a plantar árboles y cuidar los ríos, sino a que una industria o región siga dando recursos para generaciones futuras.
Un ministro alemán dijo hace décadas: no podemos vivir todos de cortarnos el pelo unos a otros. Eso se discute a menudo aquí.
En Venezuela la población tiene que comenzar a hablar de un cambio radical de paradigma. No podemos seguir subsistiendo de que los petrodólares de alguna manera corran hacia los taxistas (por el médico que es pagado por el funcionario público que es pagado por el estado que obtiene los petrodólares).
Finalmente: un cura me dijo que en la Gran Sabana los indígenas están en un proyecto precisamente para tratar de crear empleos sostenibles en sus regiones. ¿Has oído algo sobre eso?
Saludos
Hola Kepler,
Me imagino que ese sacerdote se refería a los programas de responsabilidad social impulsados por EDELCA en beneficio de las comunidades indígenas de la zona.
Efectivamente, estos planes se implementaron en la zona desde hace aproximadamente 8 años; con el propósito de incorporar a las comunidades en áreas como la piscicultura, plasticultura, ecoturismo y aprovechamiento agrícola de la Sabana.
Se lograron importantes avances. Pero, a la fecha, tales trabajos no se encuentran en su mejor momento por no decir paralizados.
De nuevo, gracias por leer y comentar...
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