El día era soleado con nubes dispersas y altas sobre el azul
infinito. Desde el aire, JG se emocionó ante tanta selva. Respiró profundísimo
y exhaló largo. Abajo, descubrió a la comunidad, dos hileras de casas techadas en
zinc con paredes de madera; al centro, la avioneta caía sobre la pista hecha de
granzón rojo. Después de media hora de vuelo, JG aterrizó en San José de Awarauka el seis
de mayo de 2015.
JG ama la naturaleza. Lo emociona. Lo conmueve. Pero a su
mamá, quien fue a la mina como cocinera, le fue bien. Después de un mes de
trabajo duro, ella regresó son 50 gramas de oro. Por aquellos días, el equivalente
a 350 000 bolívares. Se compró una lavadora híper automática. Hizo un buen
mercado. Arregló su casa en Santa Elena de Uairén, la capital del municipio
Gran Sabana en el extremo sureste de Venezuela y entonces, él decidió dejar de
cargar gaveras de refresco, de llevar y traer víveres y enseres hacia y desde
Roraima, de limpiar patios.
El pasaje de ida a Awarauka le costó 16 000 bolívares, sin
derecho a retorno. Con 2000 bolívares en su haber, JG bajó de la avioneta con
un morral con su ropa, su máquina de afeitar eléctrica, su hamaca, su
mosquitero, un preventivo contra el paludismo y la firme de determinación de salir
en un año con al menos 500 gramas de oro. A la fecha, la grama de oro en la
zona es pagada en 18 000 bolívares. Su meta era hacerse con al menos 9 millones
y montar un negocio en sociedad con su mejor amigo, hacer su casa, comprar un
carro.
Awarauka es una comunidad indígena pemón de no más de 200
personas; está ubicada a un lado del río Caroní, en lo que se conoce como la
cuenca media de ese gigante largo, caudaloso e inquieto. Tras pasar por Awarauka
y por docenas de comunidades indígenas más, esas aguas generan la electricidad
de la cual se sirven más de la mitad de los venezolanos y buena parte de los habitantes
del estado de Roraima, en el nordeste brasilero.
Junto con su cédula de identidad, JG lleva la carta de
residencia firmada por el capitán de Manak Kru, la comunidad indígena más cercana
a Santa Elena. En Awarauka sólo pueden trabajar la mina los indígenas pemón.
Antes, nadie trabajaba la mina en la zona o trabajaban pocos
y, con frecuencia, las ganancias se las llevaba algún brasilero, um garimpeiro. Así fue hasta febrero de
2013. Entonces, ante las operaciones militares para controlar la minería, los
de Uriman, la comunidad central del sector, secuestraron a un grupo de uniformados.
Días después, los liberaron. Los soltaron a cambio de que el
Gobierno abandonara las intervenciones armadas, dejara de nombrar esos
operativos con nombres indígenas como arekuna y les permitiera continuar trabajando
la mina en toda la extensión del municipio Gran Sabana que está fuera del
flanco oriental del Parque Nacional Canaima. Se comprometieron a permanecer lejos
de los ríos, sin maquinarias y a reforestar después de deforestar.
A simple vista, nadie se percata de que por las venas de JG
corre sangre indígena. Su cabello es ondulado. Su piel muy oscura. "Y este
¿Quién es?" Le preguntan quienes lo ven por primera vez. "Yo también
soy indio", dice. "Habla pemón", lo increpan. "Yo no sé
hablar pemón, pero mi mamá es indígena", aclara.
"Aquí estoy y tengo que hacer esto", piensa al
plantarse sobre la pista de aterrizaje. Las gomas de sus botines, los mismos
que usaba para ir al Roraima, se tiñen del rojo granzón. Camina. Busca al
hombre con quien trabajó su mamá. "Soy el hijo de tal y vengo a
trabajar". El patrón le ordena mover
las cajas dentro del local y lo llama a almorzar. Así fue el primero de los 156
días por venir.
Al día siguiente, Auremé, la mina, es un hoyo lodoso de 10
metros de profundidad y al menos una hectárea de extensión, bordeado por
árboles de copas a más de 15 metros de altura.
La jornada comienza tan pronto como despunta el sol. Las
primeras en levantarse son la cocinera y su ayudante. Ellas duermen en una
pequeña casa independiente. La casa y el campamento están igualmente hechos con
una estructura de palos cubierta de lona.
Poco después, se levantan los cinco o seis empleados. A las cinco y media, más o menos, los llaman a
desayunar. Dependiendo de lo que haya en la despensa, les sirven panquecas,
domplines, panes, arepas, jamón, queso, huevos. Fororo. Toddy. Café con leche.
Los domplines son un tipo de torrejas que se comen mucho en las minas de
Guayana.
Con una bomba, JG achica el agua empozada y luego se afana
en arrojar bien lejos las raíces, las piedras, los trozos de madera "para
que no pasen por la máquina". Mientras
tanto, uno de sus compañeros, uno de los de más experiencia, taladra, con una
pistola BM de tres cilindros, el terraplén.
A mediodía, almuerzan pollo, pescado, carne, arroz, ensalada.
Los obreros descansan unos minutos y poco después vuelven al hueco. Durante días,
cavan en un mismo sitio, hasta toparse con la "pizarra", la laja; por
experiencia, saben que a partir de allí no hay más nada que buscar, "comienza
a manar agua por demás". Las cuadrillas rellenan cada uno de los huecos,
pero, según JG, no reforestan. Esperan que la naturaleza haga su trabajo en
dos, cinco, 10 años.
Sobre las cuatro y media, los obreros paran para bañarse en
uno de los riachuelos cuyas aguas aún siguen siendo limpias. El menú de la
noche es parecido al del mediodía. "Allá hay de todo", dice JG. Y después,
cada quien a su hamaca, bajo su mosquitero. De los cinco o seis obreros de
Auremé, todos, menos JG, sufrieron paludismo en los últimos cinco meses. JG le
atribuye su buena salud al antipalúdico que tomó sin falta una vez a la semana.
En Awarauka, de acuerdo a las normas de convivencia de la
comunidad, está prohibido el consumo de kachirí, la bebida tradicional de los
pemón, de cigarrillos, de alcohol y otras drogas, las fiestas, la prostitución
e incluso "hembrear", algo así como flirtear para los guayaneses. Del
cumplimiento de las normas se encarga la cuadrilla de seguridad que viste de
uniforme camuflado. Quienes infringen la
ley deben rastrillar la comunidad, limpiar la pista de aterrizaje a machete,
"cortar una mata de mango con raíz y todo".
En su día libre, JG afeita a sus compañeros con su máquina
eléctrica, cobra 2000, 3000, 5000 bolívares dependiendo de las posibilidades
del cliente; se interna en la selva y con su celular graba el canto afinado de
un coro de pájaros al cual no siempre logra ver; sale a caminar, mira al cielo
alertado por la algarabía y se encuentra con una bandada de guacamayas; navega
junto a sus nuevos amigos dos o tres horas a bordo de una kuriara y se topa con
una manada de 50 báquiros cruzando a nado los 200 o 300 metros del Caroní.
Al cerrar el mes, el propietario de la máquina resume, es
decir retira el material, el oro, ya separado, desde dentro de la máquina y
paga con oro a cada uno de sus empleados. En promedio, cada uno recibe 10
gramas de oro, pero de esa cantidad se le descuentan sus gastos personales, sus
compras en la bodega de la mina.
"Más que todo se me fue la plata comprando refrescos y
chupetas. Todos los meses compraba de 100 a 150 palos en chucherías, un
caramelo cuesta 100 bolos, una chupeta 200. Una empanada 1000. Un refresco de
dos litros 3000. Pagaba de dos a tres gramas de oro al mes".
El 13 de octubre, JG pagó 40 mil bolívares por un puesto en
la avioneta; salió con 30 gramas de oro. No aguantó el año en Auremé. "Ya
no aguantaba, es muy arrecho, me hacía falta mi Santa Elena".
7 comentarios:
La minería ilegal está destruyendo esa bella zona del país
Interesante historia, algo de minería ilegal y todo recaro
Gracias a Rafael Bortot y José Nieto por leer, comunicarse y conectarse con esta historia.
Hola buenas noches....sabras si para ir a guyana (lethen) desde boa vista los venezolanos necesitamos visa de turista?...es posible llevar el carro con placas venezolanas y pasar a guyana desde brasil?
José Francisco,
Gracias por leer y comunicarte. Si vas hasta Lethen puedes ir con tu carro y sin pagar Visa. Pero entiendo que si tu idea es ir más adentro debes pagar una visa que puedes procesar en la propia frontera por 5000 dólares guyaneses, el equivalente a 50 reales es decir a Bs. 8750.
Morelia. te felicito tienes artículos muy interesantes.. quisiera que tuviéramos un poco mas de contacto. Actualmente un grupo de investigadores nos planteamos el estudio de los recursos naturales en Venezuela. Ahora ante la realidad de el estado querer explotar el arco minero como convenio me interesaria saber las amenazas ambientales que se viven ahora y que imagino se podrían intensificar, y cúal es el papel de nuestros pueblos indígenas. Mi corrreo fiorecarballo@gmail.com
Publicar un comentario