Gran Sabana no postal

Mi madre siempre dice que vivo "en el fin del mundo". Yo vivo en la Gran Sabana, en el sureste extremo de Venezuela, en un sitio tan distante
y tan distinto que hasta se me ocurrió quedarme a vivir. Los invito a conocer esa Sabana que experimento en mi cotianidad: la Gran Sabana no postal.

martes, 20 de diciembre de 2016

Any y Luis volvieron a Venezuela tras perderlo casi todo en Boa Vista

Simultáneamente, el  viernes ante pasado, la Policía Federal Brasilera inició la deportación de 450 venezolanos porque trabajaban ilegalmente o mendigaban en Boa Vista, pero un tribunal suspendió el proceso por considerar que no recibieron la asistencia de ley. Ilustración: tomada de Factoría Yuguero.

Esta nota fue publicada inicialmente en El Pitazo.com
Any Narváez y Luis Cordero jamás pensaron que volverían a su país, exactamente 73 horas después de haber salido desde su casa, en Puerto La Cruz, hacia Córdoba, Argentina.

El martes seis de diciembre, a las seis de la tarde, subieron al autobús de Expresos Occidente -que viaja directo hacia la frontera con Brasil tres veces por semana- con 200 dólares y no más de Bs. 100 mil y el viernes nueve, sobre las siete de la noche, llegaron al Terminal Internacional de Santa Elena de Uairén con lo suficiente para un pasaje al Puerto. "Nos robaron en el Terminal de Boa Vista, los propios venezolanos", contó Any.

Córdoba está en el centro de Argentina. Boa Vista es la capital del brasilero estado de Roraima, de cara a Venezuela. Santa Elena la población venezolana más cercana a Brasil.

Hasta la primera semana de diciembre, Any se ocupaba del diseño de un periódico y Luis Anibal de impresiones a gran escala. "Vivíamos con la incertidumbre de si comes hoy o comes mañana. Con todo y que él no ganaba sueldo mínimo, no nos alcanzaba".

Un amigo les habló de Córdoba, de la posibilidad de conseguir un empleo de medio tiempo en un hotel, con las tres comidas y una habitación incluida y les pasó el contacto. Sacaron la cuenta y se dedicaron a trabajar y a ahorrar. Según sus cálculos, con 200 dólares les alcanzaría para ir por tierra, vía Brasil, hacia Bolivia y finalmente llegar a Argentina.

En el autobús de Occidente conocieron a otro viajero venezolano y a dos argentinos. Como todos iban hacia Manaus, la principal ciudad del estado Amazonas, a 14 horas de la frontera con Venezuela, decidieron viajar juntos. Sólo Any había llegado hasta Ciudad Guayana, a cuatro horas de Puerto La Cruz. Su papá es ingeniero civil y trabajó en El Guri, en el Complejo Hidroeléctrico "Simón Bolívar". 

Cuando desde el autobús vieron el Roraima, el más grande de los tepui de la cadena oriental, ambos sintieron escalofríos.

Bajaron del autobús el miércoles en la tarde. Ya en Villa Pacaraima, la pequeña localidad brasilera que colinda con Venezuela, cambiaron los bolívares por reales e ingresaron a la sede de la Policía Federal Brasilera. Les dieron 15 días de estadía. Sobre las seis de la tarde, tomaron el carro por puesto hacia Boa Vista. "Compartimos el carrito con el venezolano y los dos argentinos, pagamos 35 reales por persona".

Al llegar al Terminal de Boa Vista eran las nueve de la noche y los pasajes del siguiente autobús hacia Manaus se habían vendido. "Entonces nos pusimos a compartir con los venezolanos que viven en el terminal, son más de 100 y dentro de ese grupo hay dos alemanes. Viven ahí, fuman, pintan de vez en cuando y un grupo evangélico renacentistas les da la comida tres veces al día (…) Nos tocó dormir ahí, en el piso. Pusimos los bolsos en el medio y nos pusimos uno de un lado y el otro del otro. Yo guardé los reales y tres dólares, por si acaso y mi esposo el resto de los dólares. Dormimos por turnos".

Ya en la madrugada, Any fue al baño, se duchó, se aseó y después lo hizo Luis Anibal. Ella recuerda que a él lo siguieron los dos argentinos y el venezolano con quienes viajaron. Al amanecer, se percataron de que no tenían los 197 dólares que había guardado Luis.
Roraima tiene aproximadamente 500.000 habitantes. El Gobierno de Roraima ha dicho que en la entidad hay 30.000 venezolanos. La mayoría de ellos radicados en Boa Vista, a 230 kilómetros de la frontera, mientras que otros se quedan en Villa Pacaraima, al lado brasilero de los hitos. Desde que comenzó el éxodo masivo, hace seis meses, las autoridades lo han atendido como una crisis humanitaria, motivada por la escasez de alimentos y medicinas. Pero algo está cambiado en esa percepción con respecto a los inmigrantes venezolanos.
Al amanecer del viernes, mientras Any y Luis Anibal, despertaban sin dinero en un país extraño y buscaban la manera de regresar, la Policía Federal (PF) Brasilera detuvo a 450 venezolanos en Boa Vista e inició su deportación. En la nota dirigida a los medios, la PF explicó que se encontraban desempeñando actividades no turísticas, trabajo remunerado y mendicidad. Todos fueron trasladados en autobuses hasta la frontera venezolana. Con los 450 sumarían 900 los venezolanos desterrados durante 2016.
Sin embargo, poco antes de que bajaran de los vehículos que los transportaron, desde Boa Vista Pacaraima por BR 174, el Tribunal Regional Federal de la 1º Región suspendió la deportación. La decisión fue tomada en respuesta a la solicitud de la Defensoría Pública de la Unión, por considerar que los extranjeros fueron capturados y llevados a la PF sin derecho a conversar con alguna de las entidades encargadas de asistirlos en un país en donde tanto los nacionales como los foráneos cuentan con los mismos derechos. Entonces, sólo algunos aprovecharon el aventón forzoso para quedarse en Pacaraima.
Any y Luis Anibal, por su parte, sólo recibieron el apoyo de un venezolano, un hombre que trabaja con los choferes del terminal. "Nos dio de comer y nos llevó hasta el terminal de los carritos que viajan hacia Pacaraima. El conductor del taxi dijo que él siempre escuchaba en la radio brasilera que los venezolanos habían robado", recordó Any.

De acuerdo con una nota publicada en la Folha de Sao Paulo los registros policiales pasaron de vincular a 58 venezolanos en 2015 a vincular a 220 en 2016.

"Nos pasó ese chasco y no somos personas analfabetas porque la mayoría de los que están allá son indigentes, no tienen ni sexto grado (…) Los mismos venezolanos están haciendo desastres contra los venezolanos y nadie ayuda, ni los que están establecidos ni los indigentes. Es difícil aceptar que uno no puede creer en nadie. Aprendimos que no hay que ofrecerle ayuda a todo el mundo porque nosotros éramos muy de eso, de ayudar a todos", dijo Any, sentada en uno de los bancos de cemento del Terminal de Santa Elena.

"Nos están cobrando diez mil bolívares hasta Puerto La Cruz, como si fuéramos hasta Caracas. Vamos a esperar para hablar con el chofer a ver si nos lleva a los dos, aunque sea en el pasillo. Uno sentado y el otro parado. Ahí veremos".




1 comentario:

armel dijo...

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