El 19 de marzo de 2020, el día en que Brasil cerró su frontera con Venezuela, ante la urgencia de contener la pandemia provocada por la proliferación del COVID-19 y las debilidades de su Sistema Único de Salud (SUS), me quedé sin empleo, sin la posibilidad de comprar la mercancía que vende mi marido, sin acceso al supermercado, nuestras niñas (de 10 y 17 años) se quedaron sin escuela y, claro, los cuatro nos quedamos sin el servicio médico brasileño del cual dependíamos como habitantes de esta frontera, es decir sin SUS-Brasil.
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