Morelia Morillo Ramos*
En Santa Elena de Uairén, población venezolana sobre el límite con Brasil, el periódico llega tarde y a duras penas. Existe un kiosco y un par de pregoneros. De mano en mano, de oficina en oficina y de comercio en comercio, las noticias impresas llegan siempre a partir del medio día. Los diarios nacionales no bajan de Bs. 5 mientras que los regionales rondan los Bs.4.
Informarse no resulta fácil: las cuatro emisoras de radio -dos en manos de concesionarios, una de corte comunitario y otra religiosa- centran su oferta en la intervención de los oyentes, vía mensajes de texto o llamadas en vivo y en consecuencia en las complacencias musicales; ver televisión es un privilegio, sujeto al pago de los servicios por suscripción. Y en todo caso, entre la pauta informativa de los canales nacionales y la frontera median Km.1500. de asfalto.
Las denuncias, entonces, quedan para los pasquines y para la madrugada como su cómplice, silenciosa y oscura.
En la memoria colectiva permanecen indelebles las revelaciones que hiciera El Puyón, serie de fotocopias en las que se descubrían las andanzas extra oficiales de la gente de acá. Mero chismorreo aquello.
En los últimos años, sendos tirajes han sorprendido a los madrugadores con irónicos mensajes seudo publicitarios sobre dos de los principales problemas de la zona: el tráfico de drogas y el contrabando de gasolina venezolana, un producto muy buscado por los brasileros capaces de pagar hasta Bs.4 por litro.
El primer tiraje bañó las calles del pueblo y sus alrededores para ubicar, con dirección exacta, la venta de una amplia gama de estupefacientes en la Urbanización Brisas del Uairén, conocida como La Planta.
Con el sarcasmo como recurso, se ofrecía una especie de “narco delivery”, en el que se aceptarían todas las formas de pago _bolívares, dólares, euros, reales, tarjetas de crédito y débito_ con el amparo de los cuerpos de seguridad ¿Cierto o no? Días después hubo redadas y detenciones.
Posteriormente, se satirizó el papel del SENIAT y del Teatro de Operaciones Número 5 (TO5) como supuestos ofertantes del plan “Yo amo el contrabando” _decía en alusión al Contrabando Cero, impulsado desde el ente recaudador_ “consigue el combustible que quieras al increíble precio de Bs.1 el litro, sin intermediarios, sin sellar ninguna tarjetita, sin importar el número de tu placa y lo más importante sin…” tener que adular.
En Santa Elena el lleno de gasolina es un bien de incalculable valor, que pasa por un esfuerzo maratónico: por el trámite mensual de la tarjeta otorgada por el TO5 para controlar que cada vehículo se surta sólo una vez un día sí y un día no; por esperar el día asignado por el Ejército de acuerdo con el terminal de la placa; por la cola kilométrica y, generalmente, por las súplicas y lisonjas.
“Promoción válida hasta que nos llenemos los bolsillos”, cerraba el texto ¿Verdad o mentira? Las colas del combustible disminuyeron durante algunos días. Pero luego los pasquines callaron y las colas volvieron.
morelia_morillo@yahoo.com
*Periodista, residenciada en la capital del Municipio Gran Sabana.
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