Gran Sabana no postal

Mi madre siempre dice que vivo "en el fin del mundo". Yo vivo en la Gran Sabana, en el sureste extremo de Venezuela, en un sitio tan distante
y tan distinto que hasta se me ocurrió quedarme a vivir. Los invito a conocer esa Sabana que experimento en mi cotianidad: la Gran Sabana no postal.

martes, 6 de septiembre de 2011

PsicoTaxi con vista al Roraima


Por la Troncal 10, rumbo al Kukenán marcha el Psicotaxi.

L es catalán por nacimiento y psicólogo de profesión. Llegó a la Gran Sabana hace algunos años y, casi de inmediato, dejó de ser turista para ser inmigrante.

Días más tarde, comenzó la construcción de un campamento eco turístico en una de las montañas aledañas a Santa Elena de Uairen, la última ciudad venezolana hacia el sureste profundo.

Pero, además, L conduce el PsicoTaxi, como ya lo hiciera uno de sus colegas en las calles y avenidas de Barcelona, España. Valga la confesión.

A diario, L recorre Santa Elena con su calcomanía de Taxi prendida al parabrisas de su Mitsubishi Montero. Sin embargo, en su tarjeta de presentación, no ofrece el servicio de transporte mas sí “Consulta y Orientación Psicológica”.

D cuenta que acudió a L agobiado por el mal de amores y se bajó del carro con la determinación de ser un empresario exitoso. A varios meses de su última sesión, D sigue lamentando aquella pérdida, pero se le ve próspero al frente de su negocio y lleno de proyectos.

Previa cita, L sube a bordo a su pasajero, paciente y se enrumba hacia la Sabana, hacia el puente sobre el río Kukenán, hacia el sector oriental del Parque Nacional Canaina, a escuchar despechos, confusiones, tormentos, confesiones. En este paraíso, la gente vive lo que en cualquier otro lugar del planeta. En veinte minutos, el psicólogo y su paciente estarán de vuelta hasta completar los cuarenta minutos estipulados.

En caso de que sus orientaciones no sean efectivas, pensará L, seguramente lo serán las vistas de la Sabana, su aire fresco, sus caídas de agua convertida en espuma, sus cortinas de lluvias corredizas, sus arcoíris de 180 grados sobre aquella inmensa bóveda celeste, sus morichales, sus atardeceres naranja-rosa, Roraima, el gran verde azulado.  



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