Gran Sabana no postal

Mi madre siempre dice que vivo "en el fin del mundo". Yo vivo en la Gran Sabana, en el sureste extremo de Venezuela, en un sitio tan distante
y tan distinto que hasta se me ocurrió quedarme a vivir. Los invito a conocer esa Sabana que experimento en mi cotianidad: la Gran Sabana no postal.

miércoles, 2 de mayo de 2012

El último viaje de los kaiwak




El puente hacia Tukuyen, la mano de Vallita con un marupa, la abuela, el hito, Vallita y los envases
Fotos: Morelia Morillo


Hoy, finalmente, salieron los bachacos.

Los pemón los llaman kaiwak. Así es como llaman a esos insectos grandes que disfrutan –sin abusar porque causan estreñimiento- bien tostados al budare, con kumachí, todo sobre un pedazo de kasabe.

Las lluvias de finales de abril son el indicativo inequívoco de que los kaiwak están por salir. “Mañana no va a llover y van a salir los bachacos”, se prometen la noche anterior.

Entonces, Vallita, Milagros del Valle Suárez y su tía, anciana, valiente, vital, se levantan aún más temprano que de costumbre y se internan más allá de su comunidad, más allá de San Antonio del Morichal, por la vía de Tukuyén, hasta la línea de hitos que separan a Venezuela de Brasil.

La abuela sale a espantar las vacas. Vallita prefiere mirar de lejos. “Ese ganado es brasilero, pero están en Venezuela”, dice Vallita.

Ambas caminan hacia esas casas hechas de tierra roja, “porque las negras son las de los merupá (…) Los merupá son los que tienen alas y vuelan hacia la luz la noche antes  (…) Anoche los vimos”.

Las dos llevan suéteres de manga larga, blue jeans gruesos y botas plásticas. Los pantalones van cuidadosamente asegurados dentro de las botas. “Esos bachacos cortan pantalón, cortan zapato de goma, se montan por todos lados”. Vallita lleva un morral y envase pequeño con tapa. La abuela su wayare y un balde.

Antes de que salgan los kaiwak, emigran los trakui, los dapi, avanzadas de soldados abriendo camino. Entonces, cuando el sol se instala bien caliente, la marabunta lo invade todo. “Si salen a las nueve, uno pasa como hasta la una recogiendo”. Y después, a caminar de vuelta, a tostarlos y a comer.

 “Ellos (los kaiwak) se mudaron. Vivían más cerca de la comunidad. Pero se han ido hacia la frontera”.

6 comentarios:

Adriana Rondón-Rondón dijo...

Bellísima. Poética. Divertida y hasta misteriosa es esta historia. Usted, mi querida periodista de buena letra, como que ya tiene mucho de sabanera, misteriosa. Abrazo grande. Gusto leerte!

Ah, las fotos son hermosas

Morelia Morillo dijo...

bello es leerte a ti, capaz de abrazarme en tan pocas lineas. Un abrazo,

Adriana Díaz Guillén dijo...

Que bella historia y que bella manera de contarla! Emociona...

Morelia Morillo dijo...

Hola mi Adrianita, mi amiga mas querida y mi lectora mas fiel. Emocionate mucho con estas historias de la Sabana, para que vengas a visitarme.

Un beso

Kaikusé dijo...

Dios te bendiga y te guarde... La paz de Jesucristo repose en tu corazón... Felicidades

Morelia Morillo dijo...

Amen Kaikuse. Gracias por pasar por este espacio que cada vez se me hace mas sagrado.
Morelia

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