Se acerca el final de la primera quincena de agosto y
en Santa Elena de Uairén llenar el tanque de gasolina amerita al menos de
cuatro horas y quince minutos, de tres horas y media, de dos horas y diez,
difícilmente de menos.
Santa Elena es la última ciudad venezolana de cara al
Brasil. Al otro lado de los hitos, en las bombas brasileras, un litro ronda los
tres reales, Bs. 90 o más al cambio del día entre los trocadores que operan en
las calles del sur profundo de Venezuela.
Santa Elena es la capital del municipio Gran Sabana, un
espacio precariamente urbano rodeado de explanadas verdes salpicadas de
bosques, inmensos y misteriosos tepuyes e infinidad de ríos de distintos
colores y tamaños, un paraíso protegido por las leyes del país y del mundo, en
donde, cada vez más, abundan los mineros de pala y de motor.
Sobre las diez de la mañana, la fila para ingresar a
la Estación de Servicio PDV, ubicada sobre el cruce las avenidas Mariscal Sucre
y Perimetral, comienza frente al Hotel Lucrecia, aproximadamente a 200 metros del
punto de entrada.
En ese acceso, un efectivo militar exige la tarjeta de
control de combustible que emite el Ejército mes a mes. De acuerdo con el
terminal de la placa, un vehículo particular puede surtir tres veces por semana
y los transportistas todos los días. Las motos son chequeadas de acuerdo con
el serial del motor y deben seguir el
mismo sistema que los carros. Todos pueden ir a la bomba el domingo. Sin
embargo, en cuatro horas y cuarto, la chica de la moto negra alcanzó el
surtidor en al menos ocho oportunidades. Ponía el tanque full, salía rauda y
veloz y regresaba directo a la isla de llenado, sin cambiar de casco, ni de
lentes, ni su vistoso pantalón morado.
Son las 10:00 Am y, de pronto, la cola se deshace, cientos
de conductores corren hacia la calle; un hombre corre con su casco y cuenta que
se incendió una moto; incluso el heladero corre sin su carrito cargado
barquillas, paletas y botellas de agua mineral.
La chispa se produjo en el momento en que el bombero
retiró el pico del tanque de la motocicleta; una gota se precipitó hacia el metal
ardiente y, en segundos, ese primer destello se transformó en una llamarada de
cerca de tres metros.
“Se movieron rápido, sacaron dos extintores y apagaron
el fuego”, contó otro de los vendedores ambulantes que obtienen partido del
tiempo de espera.
Controlado el pánico, el militar acelera la firma de
las tarjetas; regresan los conductores de los 50 carros formados en cuatro colas
sobre el patio interior y los choferes de los 50 o más vehículos que se forman cual
caracol en el espacio de tierra aledaño. Son al menos 100 los carros enfilados adentro
más aquellos que esperan en la Perimetral, una vía angosta y sumamente
transitada que conecta con el tramo de la Troncal 10 que lleva al Brasil. Y a estos
se suman los que, por algún motivo, consiguen pasar directo hacia las filas
internas o hacia los picos.
La ciudad cuenta con una
Estación de Servicio Internacional, apostada a un costado de la línea
limítrofe, para atender a los viajeros extranjeros y con dos gasolineras para
los usuarios nacionales, ambas administradas por la Misión Ribas con el apoyo
de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y del Ejército Nacional Bolivariano
(ENB).
A comienzos de septiembre 2013,
se divulgó, por primera vez, la data del parque automotor que posee tarjetas de
control de combustible en Gran Sabana, la ficha que entrega mes a mes el
Escuadrón de Caballería Motorizado (5102 Escamoto) en el Fuerte Roraima. Se
contabilizó a 2888 carros, una cantidad que un año más tarde podría ser mayor a
juzgar por las colas y las caras nuevas en plantón. Aquí, en una localidad de
alrededor de 25 mil habitantes, muchos
se conocen al menos de vista.
Aproximadamente 1544
vehículos pueden surtir gasolina diariamente, por estar asociados a alguna de
las cooperativa de transporte y a esos 1544 pueden sumarse, tres veces por
semana, la mitad de los 1235 carros de uso particular y de las 412 motos que,
en teoría, sólo pueden surtir con un día de por medio.
Siendo así, 2162 carros
requerirían gasolina un día cualquiera y la mitad de ellos se estaría formando
en cola en cada una de las dos estaciones disponibles por día. Una razón
numérica para esta larga espera.
Aquí se les llama
“talibanes” a los revendedores de combustible, un bien que fuera de las
estaciones de servicio de esta frontera cuesta de 20 a 30 bolívares, dependiendo de la demanda y
de la disponibilidad del producto.
Antes, desde 2002 a 2010, el
“talibaneo” se ejercía con vergüenza y de bajo perfil; ahora, se trata del
oficio no formal más común y lucrativo de estos confines.
Un “talibán” es siempre “un
padre de familia”, “un desempleado”, “un habitante de frontera con todo el
derecho a vender su gasolina”, “la mayoría” o “casi todo el mundo”. Los hay
desempleados, bachilleres sin cupo en la universidad, comerciantes,
empresarios, profesionales, venezolanos, extranjeros, gente con toda una vida por
acá y gente que llega para “talibanear”, conductores de carros viejos y nuevos,
sobre todo de carros viejos, voraces consumidores de gasolina y de vehículos
remolcados, motorizados, hombres y mujeres de la segunda y tercera edad, choferes
discapacitados y choferes en pleno uso y disfrute de sus facultades.
Los más radicales llegan a
las estaciones de servicio al alba. Ya en casa, extraen el combustible, a punta
de chupadas y escupitajos y, de inmediato, lo venden por litros o lo acumulan
en tambores (de 200 litros o menos) en espera de mejores precios o de alguien
dispuesto a pagar al mayor como si lo hiciera al detal.
También hay talibanes que
prefieren el sencillo: trabajar con garrafas de agua mineral de cinco litros y colocarlas
entre los apurados en más o menos 100 a 150 bolívares.
En teoría, ningún vehículo
brasilero puede avanzar sobre territorio venezolano antes de llenar su tanque
en la Estación Internacional, la única existente en los 250 kilómetros que
separan a Boa Vista, la capital del brasilero estado de Roraima, de la línea
divisoria. Pero cada vez son más los
hombres, adolescentes y niños, de pantalones cortos o jeans y camisetas
que al ver un carro brasilero, de placas grises, sobre el asfalto venezolano,
balancean su puño con el pulgar hacia abajo. “Japai, japai”, llaman en sustitución del pana,
del chamo venezolano. E invitan al extranjero a sus casas.
“Más que todo es por necesidad porque aquí no hay
trabajo y cualquier mujer que tenga un carro o una motico y tiene cuatro
muchachos termina vendiendo combustible”, argumentó un vocero de Asocividec,
una organización de defensa de los derechos humanos que hace vida en Gran
Sabana, con respecto a las razones del llamado “talibaneo”, eso cuando autoridades
y ciudadanos discutieron acerca de la cantidad de gente que engrosaba las colas
y de los tiempos de espera en el día a día.
Ahora, son las dos y cuarto, llegué a las diez,
pasaron cuatro horas y quince minutos desde el momento en que ingresé a la cola
y el instante en que encendí mi carro y salí del surtidor. La chica de la moto,
en cambio, entra, llena y sale en nueve minutos; se ausenta durante 16 a 19
minutos más y regresa rauda y veloz.
4 comentarios:
hola , soy visitante de Santa Elena Cada año durante el mes de agosto durante los ultimo 14 años, siempre he visto esas colas en las bombas surtidoras de combustible y no sabia el porque?, esta tan bien explicado como lo hizo usted, me alegra hayan personas en difundir las realidades de sus comunidades. Uno el turista solo va, y regresa si saber el proque de las cosas muchas veces. quiero aprovecahr su Blog para manifestale con honda tristeza lo que me dijeron en la Recepcion de un muy conocido hotel de Santa Elena: cito: " LOS TURISTAS SOLO VIENEN A ESTORBAR A SANTA ELENA". quisiera saber si esa es la opinion o la percepcion que tienen las gentes de tan receptiva y amable ciudad. y mas de un hotel que se debe a recibir turistas si no que entregue la licencia al MinTur y se dedique a otra actividad. bueno me alegra mucho usted explique lo que vemos y no sabemos. gracias . mi nombre es Simon Espejo y mi correo simonespejo@hotmail.com.
Buen día Simoó, gracias por leer Las crónicas y por escribir. Pues sí, en este paraíso tenemos el problema de la gasolina y otros tantos aun menos conocidos para los turistas. Quizás por las deficiencias que presentan nuestros servicios públicos, algunos habitantes de la localidad ven en la llegada de los turistas el agravamiento de sus problemas cotidianos, pero muchos otros se alegran pues conciben el turismo como la fuente de recursos económicos, por vocación, de estas tierras.
Mis saludos,
Gracias por darnos a conocer la realidad de la frontera VE-BR. Para contribuir y complementar este artículo, dejo el siguiente video de autoría brasileña donde se explica el negocio ilícito del contrabando de combustible en esa frontera. Saludos. https://www.youtube.com/watch?v=nXs5xT00mi0&feature=youtu.be&t=1m42s
Hola Ploja, Gracias por leer y comunicarte. a la fecha estamos sobre la hora a hora y media de cola. Voy a revisar el video a ver que hacemos con el. Saludos,
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