Douglas
Scott, funcionario de Protección Civil Bolívar (PC-Bolívar), dice que está por
jubilarse. El anillo de plata, inmenso, que lleva en su mano derecha recuerda
que egresó de la Escuela Técnica de la Armada, como enfermero, en 1963. 51 años
de servicio y él se acerca a los 70.
Sin
embargo, acaba de subir a un Jeep prestado (es de un sobrino), ya hizo a un
lado cualquier otro compromiso previamente adquirido y acelera hasta estacionar
en el área de Emergencia del “Rosario Vera Zurita”, el último y único hospital
en la Venezuela distante de cara al Brasil.
Va de
prisa, aunque no es médico, apenas completó el tercero de bachillerato, lleva
más de 30 años atendiendo las incidencias ofídicas en Gran Sabana, una zona en donde , semanalmente, al menos una persona
es mordida por una cascabel, una mapanare, una coral o una cuaima piña.
En Gran
Sabana, la población avanza sobre los bosques, los morichales y las sabanas,
con sus pueblos, sus minas, sus conucos y las serpientes arremeten en defensa
de sus espacios.
En 2005,
Scott contabilizó (pues también lleva las estadísticas) un récord de 72 mordidas y una defunción. En
2012, se reportaron 58 mordeduras y dos fallecimientos: un niño y un adulto. Al
cierre del mes de junio, durante los primeros seis meses de 2013, se
registraron 32 casos y una muerte.
Scott los
atiende a todos o casi todos. Sabe qué sueros debe recibir cada paciente, de
acuerdo a la especie por la que fue inoculado y las dosis vinculadas al peso y
edad de la de la persona. Aunque, sin excepciones, los médicos que llegan a la
zona deben participar del Curso de Emergencias Ofídicas que él imparte,
eventualmente, ingresa un médico sin experiencia o, simplemente, los pacientes
y sus familiares se sienten más tranquilos ante la presencia serena y sonriente
del hombre de escasos cabellos canosos, ataviado de gorra, chaleco de batalla y
media docena de anillos de plata entre ambas manos.
Ahora,
por ejemplo, Scott se apura porque en la hospitalización pediátrica lo espera
un niño de cuatro. Fue mordido por una víbora en Wonkén. Lo trasladaron hasta Santa Elena por aire. Salir de aquellos
confines -por tierra- amerita de días de intensas caminatas. Pero allá también
conocen a “Douglas”, así.
Hace
poco, recibió a una adolescente de Kavanayén, comunidad pemón arekuna. Sufrió
una mordida mortífera, pero la chica se salvó. Sus padres no hallaban de
qué manera agradecerle su intervención a
Scott. “Me regalaron unos lentes, en un estuche bien bonito, un bastón de
excursionismo, el ventilador que compraron para la muchacha y una bolsa de
caramelos porque yo siempre ando dándole caramelos a todo el mundo” y también
piropos, abrazos, apretones de mano, saludos cordiales y sonrisas.
Ahora, se
le dan bien las terapias alternativas. No se limita a las dosis de antídotos, luego
apoya a las víctimas en el proceso de recuperación, que es largo y doloroso;
les aplica arcilla blanca, caolín de la Sabana, sobre el área afectada. Según
él, la desinflamación es mucho más rápida.
Mientras
visita a su paciente de cuatro, recibe una llamada desde Ikabarú, capital de la
segunda parroquia del municipio, a 114 kilómetros de Santa Elena. “Me acaban de
reportar la muerte de dos personas en la mina de la Suruca”. Uno tenía 36, el
otro 23. Los dos fueron tapiados por el talud del corte en donde hurgaban en
busca de oro y diamantes. La Guardia Nacional Bolivariana (GNB) se ocupará de los
cadáveres. Scott de recibirlos y de las diligencias necesarias.
Es así. No
sólo atiende a los inoculados por los colmillos filosos de las serpientes del
sureste remoto de Venezuela, socorre por igual a los accidentados de las minas,
de las carreteras, del Roraima; hoy lo llaman para que controle a un perro
rabioso y mañana para que retire un enjambre de abejas extraviado e instalado
en el patio de una casa de familia; bien pueden contactarlo para que se ocupe
de una persona en medio de una crisis siquiátrica, pues en la zona no hay personal
especializado o para que acompañe a una mujer que decidió dar a luz en casa y,
por supuesto, sin un centímetro cúbico de anestesia.
En carne propia
Alguna
vez, fue mordido por una terciopelo en su dedo pulgar. El veneno lo condenó a
siete días de hospitalización en el Hospital “Ruiz y Páez” de Ciudad Bolívar y,
de por vida, a un dedo extraño aunque funcional. Su nombre en las estadísticas.
Cada año, entre 40 a 72 personas son mordidas en Gran Sabana.
Muere uno
con año de intermedio. En 2010, murió Luis Scott, su hermano dos años menor. Su
gente, su sangre, sus afectos en las estadísticas.
Luis era
carpintero, constructor, apicultor, artesano y un apasionado de las serpientes.
Les salvaba la vida, aunque tuviera que pagar por ellas y, ya en cautiverio,
les extraía el veneno. Donaba las
ponzoñas a las instituciones que elaboran los sueros antiofídicos.
En tres tiempos
La carrera de Douglas comenzó hace exactamente 52 años con un curso de Primeros Auxilios en
el entonces Departamento Vargas. Un año después, en 1963, se enlistó en la
Escuela Técnica de la Armada de Venezuela, en Catia La Mar y cursó Enfermería.
Al finalizar esa primera fase de estudios, recibió el botón “Orden de
Enfermería Clase B Armada” por haber conseguido el primer puesto y, casi de
inmediato, abordó el patrullero de costa P-03 Alcatraz en donde durante dos
años trabajó sin médico.
Del barco
pasó al Hospital Militar Alberto Arvelo de Caracas. Ahí estuvo entre 1964 y
1974. “Ganaba 540 bolívares, recuerda, más 100 bolívares por guardias
especiales”. Pasó 6 años en el Servicio de Siquiatría, un buen tiempo en
Cardiología y el resto en los demás servicios.
Con
María, su compañera de casi tres décadas y seis de sus 11 hijos se mudó a El
Paují, una comunidad mixta –de indígenas y criollos, ecologistas y mineros-
ubicada entre Santa Elena e Ikabarú.
Al llegar
a El Paují, fundó el Puesto de Primeros Auxilios (1985), poco después el Grupo de
Rescate (1988). Eran cargos ad honorem. El acuerdo era que cada familia debía
dar un aporte mensual para quien se ocupaba de vacunarlos, de curarlos. Pero,
como no siempre se le juntaba el dinero necesario, él iba a la mina. “Salía a
buscar mi orito en los rabines, pero sin daño ecológico. Lo que hacía era ir
con una pinza y una careta y buscar en las ollitas. Me daba para comer. El
gramo estaba en ochenta bolívares”.
“Traje al
mundo una gran cantidad de niños, doscientos o trescientos, atendí partos en
agua, con agüita templadita para ayudar a la parturienta a relajarse y nunca se
me murió nadie”.
Pero, así
como le tocó acompañar a esas madres durante el alumbramiento, también tuvo que
levantar cuerpos sin vida. Jamás olvidará la caída de la avioneta en la
viajaban la médico Xiomara Rivas y cuatro personas más. Sólo una muchacha
sobrevivió, “a la que se le quemaron las piernas”
Luego fue
asimilado como enfermero por la Alcaldía, fue presidente de la Asociación de
Vecinos, primer jefe Civil de El Paují y
concejal parroquial.
A Santa
Elena, la capital del municipio, llegó en busca de una mejor educación para sus
hijos.
Desde
2004 trabaja formalmente para PC Bolívar y durante tres años presidió el Instituto
Municipal de Salud Pública, un cargo que en teoría lo postraría detrás de un
escritorio, rodeado de reconocimientos colgados en las paredes, pero él jamás
dejó de salir a la calle, de apagar fuegos.
7 comentarios:
Tuve la fortuna de conocerlo en mi rural en Sta. Elena! De las mejores personas que he conocido! Pd: Siempre visito tu blog, es una forma de mantener viva mi conexion con Sta. Elena, Saludos.
Hola Yoha,
Gracias por dar testimonio acerca de la vida en servicio de este excelente ser humano y, por supuesto, gracias por seguir Las crónicas de la frontera. Saludos
Gracias More por presentarnos a este héroe local, historias como estas nos guían en el camino de lo correcto y lo justo, y un ejemplo a nuestra juventud.
En palabras sencillas son relatos que nos inspiran y nos conectan
Slds………………
Gracias por tan sencillas, sentidas y bonitas palabras.
Felicidades por la crónica de frontera, Douglas Scott una bella persona un servidor social único, pero su historia no está completa en el año 65 se casó y tubo tres bellos hijos Douglas Alfredo,Maria de los Ángeles y Carlos Enrique Scott Pérez, hoy día unas personas maravillosas y con los genes de su padre servidores sociales bellas personas, luego que se divorcio tubo una compañera de la cual nació otro hijo de nombre jharoll Scott, también tiene una hija llamada Ivonne Scott,y con su compañera desde hace 30 años, solo tiene un hijo llamado Douglas también como el, es importante saber que su historia es real y verdadera sólo que emitieron este pequeño detalle
Exelente cronica amiga y hermana de la vida ...
Claro es sierto esa historia soy hermano de yvonn Scott Douglas el despué de jharol vivió con mí mamá Lili pintó la de yvonn el mí padrasto pero lo amó con mi propio papá
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