Corre julio. En Venezuela apenas están
por comenzar las vacaciones escolares. Sin embargo, los pasajes para subir a alguno de los cinco
autobuses que a diario conectan Puerto Ordaz con el extremo sur oriental de
Venezuela, con la Gran Sabana, hacia el Brasil, ya se agotaron.
“No hay pasajes”, se lee en los
cristales de las taquillas de las compañías de transporte con oficinas en el
Terminal “Manuel Carlos Piar” de Puerto Ordaz.
Puerto Ordaz es la ciudad industrial
ubicada a 800 kilómetros de la frontera. Y lo propio sucede en el Terminal Internacional
de Santa Elena de Uairén, la última ciudad venezolana hacia el sureste. De ida
o de vuelta, para conseguir un boleto hay que madrugar o pagar por la viveza de
los revendedores que los venden hasta en el triple de lo establecido.
Sobre las siete de la noche, el
Terminal de Pasajeros de Puerto Ordaz, normalmente tranquilo y despejado, se
transforma en un sitio concurrido y bullicioso.
Un hombre llama a los pasajeros. Los
llama con una voz nasal que imita a las voces amplificas por los sistemas de
sonido de los aeropuertos.
“Pasajeros de Expresos Los Llanos con
destino a Santa Elena de Uairén, favor abordar la unidad”, exclama a viva voz y
grandes zancadas a lo largo de la sala de espera. Entonces, al menos cuatro
docenas de viajeros echan a andar hacia el andén.
Finalizado el exhorto, el hombre sube
a los autobuses para pedir dinero en beneficio de una casa de rehabilitación
para personas con problemas de drogas y, finalmente, eleva una plegaria por los
viajeros, implora -por la sangre de Cristo- que el recorrido se dé sin
inconvenientes, sin accidentes, sin atracos.
En el listín deben figurar no más de
20 venezolanos, un par de familias brasileras que regresan de la Isla de Margarita,
luego del receso escolar previsto por las instituciones de ese país para
mediados de año, y varias mujeres, todas recién operadas. Garotas Made in Venezuela.
Aunque la mayoría de ellas lleva
vestidos largos, en casi todas se dejan ver los sostenes post operatorios,
aquellos que indican los cirujanos plásticos luego de una intervención de
aumento o disminución de senos. Otras llevan las fajas recomendadas para
después de una liposucción y otras sólo llevan fajados los muslos. Todas tienen caras de adoloridas, caminan
poco a poco, se sientan erguidas para evitar el dolor y, sin embargo, es
evidente que les duele.
Como pueden, arrastran sus equipajes y
los encaminan hasta la maletera del colectivo. Algunas corren con la suerte de
subir a los puestos de la parte baja del vehículo, pero otras suben las
escaleras hacia el primer piso, a duras penas, levantando sus piernas lo mínimo
inevitable, soltando un quejido apenas audible ante cada escalón.
Por lo beneficioso que les resulta el
cambio, cientos de mujeres brasileras, de Manaus, la capital del estado
Amazonas y Boa Vista, principal ciudad del fronterizo Roraima, optan por los
cirujanos plásticos de Puerto Ordaz para corregir sus imperfecciones o hacerse
más bellas.
Se trata de una ola que
comenzó a levantar hace dos años y que crece en la media en que se acentúa la
diferencia cambiaria. Manaus se encuentra a 800 kilómetros de Santa Elena, Boa
Vista a 250. Santa Elena está a 750 Kilómetros de Puerto Ordaz.
Desde entonces a ahora,
tres de las hermanas y dos de las sobrinas de Irene, una mujer de origen
brasilero con más de 30 años de residencia en Santa Elena, han pasado por el
quirófano. “Unas ven a otras bonitas y quieren verse así también ¡Mi hermana,
que es fanática del evangelio, yo nunca pensé que se iba a operar!”, exclama
esta mujer cuyo nombre verdadero es otro que ella prefiere reservarse.
Irene no se ha operado,
pero lo hará tan pronto como junte el dinero para costearse la transformación. Sueña
con hacerse la lipo completa, en brazos, abdomen, cintura y muslos.
Por lo pronto, pasó de ser
una ama de casa a tiempo completo a ser una acompañante excepcional para
aquellas paisanas determinadas a someterse a
esa barita mágica innovada en bisturí en tierras venezolanas. Ella las
recibe en Santa Elena, las guía hasta Puerto Ordaz, las lleva ante los
cirujanos ya conocidos, en caso de que las pacientes no hayan hecho la elección
a través de la web, les sugiere en donde hospedarse y comer, las acompaña a la
consulta pre operatoria, les traduce en todo momento, va con ellas al
laboratorio, las espera mientras se operan, las atiende durante el post
operatorio y, finalmente, les carga sus maletas y viaja con ellas de regreso a
Santa Elena en donde las despide. Chau.
Cada servicio de aproximadamente 10 días le deja al menos 10 mil bolívares,
libres de gastos.
Ella cuenta que en Boa Vista,
la capital de Roraima, el estado brasilero fronterizo con Venezuela, una
intervención combinada de liposucción mas aumento de senos tiene un precio de
15 000 reales. Mientras que en Puerto Ordaz algo similar se encuentra entre los
6 000 y los 7 000 reales, no más de 210 mil bolívares, esto en el spa mais chique, más lujoso, si bien hay un médico de experiencia
que ofrece el combo completo, incluyendo el bumbum,
es decir los glúteos, por 145 mil bolívares. “Y él dice que en tres años ya se
retira”.
Una lipo, sin más, cuesta
alrededor de 3000 reales, un aumento de senos, sin más, de 3 000 a 4 000
reales. Los cirujanos a los que suelen acudir las acompañadas por Irene aceptan
que sus pacientes les depositen en los bancos de Santa Elena o que les hagan transferencias
por el equivalente en dólares. “Para que no carguen con el dinero encima”.
A sus pacientes, ella les
recomienda hospedarse en alguna posada, sencilla, limpia, confortable y
económica, las hay de no más de 750 bolívares por noche; los hoteles, en
cambio, rondan los 1 200 bolívares y estos montos, por supuesto, no incluyen
las comidas; los especialistas recomiendan permanecer en Puerto Ordaz durante
al menos ocho noches, pero hay quienes regresan a los tres días e incluso
quienes, desoyendo las advertencias, viajan con los drenajes.
Y, por supuesto, no todas
las pacientes, tienen para costearse una acompañante como Irene o no conocen
acerca de la existencia de un servicio como el de ella; Algunas mujeres deben
valerse por sí mismas. No obstante, se trata de una vacante cada vez con más
demanda. Se dice que en los hoteles hay recepcionistas y camareras que piden el
día de permiso y así aprovechan para acompañar a una paciente brasilera a
cambio de un pago en reales.
De momento, Irene tiene una
paciente y algunas en agenda, pero los meses de más trabajo son noviembre y
diciembre, meses en que las mujeres se apuran a ponerse bonitas para las
fiestas de fin de año y enero, mes de vacaciones anuales para los brasileros y
de baja afluencia para los cirujanos venezolanos, quienes se muestran
dispuestos a mejorar sus precios.
La Sociedad Internacional de Cirugía
Plástica Estética (ISAPS, por sus siglas en inglés) publicó en 2013 un reporte
a propósito de las intervenciones realizadas en 2011. Estados Unidos y Brasil
ocupaban, en ese informe, las dos primeras posiciones del ranking mundial,
seguidos de China y Japón. México cerraba el top 5 y al ampliar ese grupo, a los
25 países en donde más intervenciones se hacen, revelaron que ahí estaban Colombia, Canadá,
Venezuela y Argentina.
Corre julio y Marcia, otra de las pasajeras, no
operadas, que viajan en el autobús rumbo a Santa Elena relata que ella,
brasilera y profesora de su idioma, dio clases a una médica que concursó por un
post grado en Cirugía Estética en Brasil. No quedó. Optó por una universidad argentina.
Pero, ahora, todo cuanto aprendió le sirve para atender a sus pacientes
brasileros.
La otrora estudiante de portugués también opera en
Puerto Ordaz. Su profesora asegura que hay quienes viajan a Boa Vista para
mercadearse y que algunos -incluso- aceptan transferencias o depósitos al Bando
do Brasil y a Bradesco, dos de las entidades bancarias con oficinas en Villa
Pacaraima, localidad brasilera fronteriza con Venezuela.
En el puesto de Control de la Guardia Nacional
Bolivariana (GNB), que se encuentra entre Puerto Ordaz y Upata, en la vía hacia
la Gran Sabana, hacia la frontera con Brasil, los oficiales chequean los
documentos de los pasajeros. Uno de los brasileros perdió el permiso de ingreso
y tránsito. Todos deben esperar durante al menos una hora. Las recién operadas
intentan dormir o al menos cierran los ojos como para olvidar el dolor.
Probablemente, todas procuraron una butaca en el
vuelo regular de Conviasa desde Santa Elena a Puerto Ordaz y de regreso, pero el
avión viaja sólo dos veces por semana y, dependiendo de la temporada, los
pasajes se venden hasta con tres meses de anticipación.
Antes de la frontera, deben sortear alrededor de
media docena de alcabalas. En unas mostrar sus pasaportes y en San Ignacio de
Yuruaní incluso desarmar sus equipajes. Todo por la belleza. Todo por los precios.
2 comentarios:
Hola Morelia. Estoy fascinada con tu entrada, realmente me pareció realista porque esto es lo que pasa en nuestra Ciudad (soy de Puerto Ordaz) me he topado con un sin fin de brasileñas sin exagerar, porque las veo en clínicas, centros comerciales porque además de venir a hacerse sus retoquitos aprovechan y compran lo que muchas venezolanas por la economía no podemos, hasta en discotecas, las calles y otros lugares porque están por doquier. La verdad esto yo no lo critico, si cambiaramos nuestra moneda a un país en el que nos ofrezcan algo similar, dudo que no lo aceptemos y estemos llegando a alguna ciudad de ese país. Pero como no es así, debemos ser realistas. Hasta ahora no he hecho amistad con alguno brasileño (porque también vienen hombres, sobre todo a apoyar a sus mujeres) o brasileñas porque no he aprendido el idioma, pero por lo poco que nos entendemos me parecen agradables y sencillos. Excelente post Dios bendiga tus manos, me encantaría conocerte porque estudio periodismo y porque también viví cerca de . Gran Sabana, en el km 88, besos si puedes pasarme alguna red social o correo encantada. Besos
Buenas tardes Luz,
Por algún motivo tu comentario se traspapeló, si vale el término y hasta hoy no lo había leído. De corazón muchas gracias por tus palabras. Estoy a tu orden para apoyarte si lo necesitas para alguna actividad de la Uni. Puedes ubicarme en Tw @moreliamorillo
Un abrazo,
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