En los últimos 17 años, la población de la capital del municipio Gran Sabana se sextuplicó debido a la consolidación de al menos 17 invasiones. Fotografía: Morelia Morillo. |
Termina abril, amenaza el período de lluvias. El fin de
semana pasado llovió, después de meses de sequía y los nuevos colonos del
extremo oriental de Santa Elena de Uairén, en la Gran Sabana, vieron el nivel
del agua subir desde un metro y medio de profundidad a menos de un metro de
distancia. En donde abren para sembrar un palo ven rellenarse de inmediato un aljibe.
En algunas parcelas, pisan y el suelo suena como un colchón anegado,
en otras caminan evadiendo los surcos que socavó la corriente, en otras, las
menos, andan sin problemas sobre terrenos casi casi secos o apenas húmedos.
Santa Elena, la capital del municipio Gran Sabana, es la
última ciudad venezolana en el extremo sureste del país, a 15 kilómetros, 10 minutos,
del norte del Brasil y al menos a 1350 kilómetros, de 16 a 20 horas, de Caracas.
Santa Elena es un pueblo mestizo -de no indígenas, de
indígenas, de extranjeros, de mineros, de ecologistas- rodeada por las tierras de
los pemón.
Gran Sabana es el territorio ancestral del pueblo indígena
pemón, el paraíso en la tierra, un sinfín de ríos, cascadas, tepuis,
morichales, valles y vistas infinitos. Pero aún el Estado venezolano no ha
oficializado en dónde terminan los terrenos de los herederos originarios y en
dónde comienza el pueblo de los criollos.
De los 38 000 kms² que conforman el municipio, 30 000 kms²
constituyen el Parque Nacional Canaima, el sexto más grande del mundo, el mismo
que fue declarado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Pero en buena
parte de la jurisdicción se practica la minería a pala, a motor, a pulmón; se
quema, se tala, se deforesta, se descargan desechos, se invade.
A mediados de marzo de 2015, aproximadamente 250 familias
ocuparon esta sabana, levantaron sus barracas de latón, de madera, de plástico
negro y fundaron Canaán y Brisas de Dios, sobre los linderos de la comunidad
pemón de Sampai, una zona de morichales y nacientes de agua. Eran días de
verano.
Llegaron, se abrieron paso y comenzaron a quemar los
rastrojos; sembraron el terreno de ranchos, dividieron la extensión en parcelas
de15 por 30, de 12 por 20, de 12 por 15, pusieron letreros con los apellidos de
las familias ocupantes y trazaron una serie de calles de nueve metros de ancho a
las que quieren nombrar como Las flores, El manantial, El morichal, nada de términos
como La lucha o con explícito contenido político como La Constituyente o
Ezequiel Zamora, dos de las invasiones vecinas en donde ya se sustituyeron los
ranchos por viviendas.
"Como ve, aquí no hay nada talado ni morichal tumbado,
el objetivo es no entrar en conflicto con los indígenas"¨, explicó Zennén
Ruiz, quien vive en Lomas de Akurimá, un urbanismo edificado a partir de una
invasión al pie del pequeño tepui que constituye el límite norte de Santa
Elena, pero está en Brisas de Dios por su hija de 22 quien ya tiene un hijo y
sigue viviendo con sus padres.
Desde que se fundó Brisas de Dios, en las calles y en la radio,
se dice que se trata de gente "de afuera¨, que no residía en la Gran
Sabana, que "son un montón de malandros", que "ya están
vendiendo las parcelas", que "un .¨pedacito de 15 por 30 cuesta 150
mil bolívares", que "las propias autoridades promueven las
ocupaciones para sumar votos", que "en la Guardia Nacional dijeron
que no disponían de efectivos suficientes para desalojarlos”. Se dice de todo.
"Eso es pura mentira, refuta Zennén, lo dicen para
ganar apoyo con la comunidad indígena". Su hija creció en Santa Elena, Randy
Ruiz, su hermano en Cristo y su mujer
llevan cinco años en el municipio y el vecino se vino definitivamente en
diciembre, desde Ciudad Bolívar, para estar cerca de la familia.
Zennén y el vecino son constructores, Randy es taxista; en
la comunidad hay vendedores de empanadas, heladeros, feligreses de cuatro
iglesias evangélicas distintas, católicos, mineros que pasaron toda una vida
metidos en un corte, de fracaso en fracaso y siete indígenas, que emigraron
desde sus comunidades de origen o decidieron apartarse de las estrictas normas
de sus familias.
Pero admite: "Yo no los he visto, pero si hay
armamentos, yo no los he visto, pero si hay delincuencia. Hay cosas que escapan
de nuestras manos".
En todo caso, “en donde abunda la desgracia, así también la
palabra de Dios”.
“No se está invadiendo para acaparar, es por una necesidad”,
aclara con respecto a otra de las bolas que corren por ahí.
A Randy, por ejemplo, nadie aceptaba alquilarle porque tiene
cinco hijos, el más pequeño de apenas cinco meses. Por cuotas, pagó por un terreno 100 mil
bolívares. Cuando canceló el total, le subieron el precio a 200 mil. Recuperó
el dinero de cinco en cinco de 10 en 10. Terminó viviendo en una habitación de
cuatro por cuatro en casa de una de sus hermanas de la iglesia. Otros vecinos
vivían en hoteles en donde pagaban por día.
“La gente cae en este tipo de lugares porque es muy difícil
alquilar”, argumenta Ana María Sánchez, una mujer que cuida del rancho de su
hija, hecho de dos láminas de zinc a manera de carpa, mientras que la muchacha
y el marido salen a buscar a sus niños que están en la escuela, a trabajar, a
hacer la compra.
Mas Zennén se asombra de que aquella barraca de dos por dos,
la de paredes de latón azul, sobre una parcela de 12 x 12, haya sido vendida en
150 mil.
“El alcalde se ha reunido con los capitanes indígenas, pero
con nosotros no se ha reunidos. Sólo nos visitó un capitán del Ejército (…) A
nosotros nadie nos organizó, nosotros mismos nos organizamos”, dice Zennén.
“Yo, como invasor, no estoy de acuerdo (con las invasiones) porque
es algo que se hace como a la fuerza. Pero hay una excusa primordial que es la
vivienda”, reflexiona Zennén a pesar de su condición.
9 comentarios:
Pero lo que a uno, como habitante algo más antigûo de Santa Elena, le angustia, es que por mucho que suene a repetido, si hay mucho, pero mucho de propaganda política en la cantidad de invasiones que se han hecho aquí. Son hechas a la fuerza y con apoyo (por debajo de cuerda) de la alcaldía. Son con poca o nada de planificación, con malos o inexistentes servicios públicos, sin seguridad. y con una primordial filosofía de rancho de zinc. Uno puede entender la necesidad de vivienda, yo la he pasado, pero ¿hasta cuando más invasiones en un pueblo que, puesto en dos platos, no tiene infraestructura suficiente para soportar el crecimiento descontrolado de población?
Gracias por participar de Las crónicas de la frontera. Es interesante el intercambio entre quienes conocen acerca de esta realidad. Saludos,
Para donde puede seguir creciendo es el punto vital de este situación...
Gracias por leer,
El punto es que entre las responsabilidades de nuestras autoridades locales está el elaborar y seguir un Plan de Ordenamiento Urbano (POU) acorde al potencial, debilidades y necesidades tanto del espacio como de sus pobladores.
Habitamos un espacio único en el planeta, de importancia estratégica por los recursos naturales (AGUA, especialmente) que aquí se generan y eso no deberían perderlo de vista quienes nos gobiernan.
Amiga necesito saber los horarios de partida de los buses de SE a Pto Ordas, salen en la noche?, por favor necesito esa información gracias
Buenas tardes Peter,
Gracias por leer. Desde SEU salen diariamente cuatro autobuses que pasan a paran en PZO. Occidente a la 1:00, Occidente a la 6:00, Los Llanos a las 8:00 y Transbolívar a las 9:00 Pm.
Saludos,
Gracias.
Hola Morelia te felicito por tu blog, tengo el proyecto de ir a Boa Vista y a Manaos por tierra, pero necesito saber a cuántos Bolívares está el Real en la frontera...??? Será que esa información está a tu alcance o podrías decirme cómo saberla sin tener que echarme el viaje para allá, estoy en Caracas. Gracias de antemano.
Hola José Manuel,
Gracias por leer Las crónicas.
El real está sobre los 270 bolívares, pero eso varía mucho, lamentablemente, casi siempre hacia arriba.
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