Era domingo, último día de mayo, cuando el transportista de
combustible y su mujer salieron a pasear como otras veces.
Con certeza, dejaron su casa, pasando el río Uairén, a la
altura del sector La Planta; tomaron la Troncal 10, rumbo a la frontera con
Brasil y, seis kilómetros después, se desviaron hacia San Antonio.
San Antonio del Morichal es una comunidad indígena pemón
ubicada aproximadamente a 10 kilómetros de Santa Elena de Uairén, la capital
del municipio Gran Sabana, el más distante hacia el sureste del país; un
poblado conformado por medio centenar de casas rurales en torno a una churuata
de uso comunitario; tienen escuela primaria y ambulatorio; la mayoría siembra o
cría para comer o son funcionarios públicos; un lugar sobre los caminos verdes,
paso eventual de contrabandista de gasolina, pues colinda con la línea de hitos
que separan a Venezuela y Brasil, pero aun así es un asentamiento indígena tranquilo
.
Los andantes del domingo traspasaron San Antonio, tomando la
vía de Tukuyén, la carretera de granza agujereada que lleva hacia el
extraordinario Puente Makunaima, un arco macizo anclado por la naturaleza en
los extremos de un lecho rocoso sobre el cual corre un río de aguas oscuras, un
lugar sagrado.
Los Makunaima son los protagonistas de muchas de las leyendas
pemón, habitantes ancestrales de la Sabana. Se dice que los Makunaima pisaron
sobre el paso pétreo y viajaron hacia Remonotá, en las llanuras del Río Branco,
en Brasil.
En cambio, los caminantes del último domingo de mayo debieron
detenerse al alcanzar Pozo Azul o Pozo Arcoíris. No se sabe si tomaron un baño,
pero sí que caminaron sin más interés que el de explorar, despejarse, salir de
la rutina.
Entonces, a la mujer le dieron ganas de orinar. Se agachó y
a sus pies, bajo el orine espumoso, descubrió que entre las piedras sueltas titilaban
pequeños destellos dorados. Con asco, tal vez, y empleando su pulgar y su
índice a manera de pinza extrajo un cochano de oro puro.
Llamó a su marido. A lo mejor gritó. Aunque el hombre se
encontraba cerca. Él llegó de inmediato. Cuentan que comenzaron a escarbar con las herramientas
que llevaban en el carro -un machete, una pala, un pedazo de tubo – pero que, aun
así, a media tarde él completó poco más de 100 gramas de oro y ella al menos
70. A la fecha, el gramo de oro en la frontera ronda los 10 mil bolívares.
Sus conocidos relatan que comenzaron celebrando en privado, sin
aspavientos, pero que la euforia, marinada alcohol, los sacó de la prudencia.
Uno de los choferes que transportó gente hasta el sitio,
relata que "como dicen en Twitter, la noticia se hizo viral hasta convertirse
en trending topics", si bien la novedad se corrió de boca en boca.
Los mineros llaman "bulla" a los sitios en donde, tras un primer
movimiento de tierra, comienza a salir oro en grandes cantidades; se corre la
voz y, repentinamente, se concentra mucha gente en busca de fortuna.
Son las cinco de la mañana del lunes y un ejército de motos
chinas transitan por la Troncal 10 rumbo al sur. Sobre los sonoros vehículos de
dos ruedas van uno, dos, tres ocupantes, hombres y mujeres. Llevan botas de
hule, baldes, bateas mineras y palas. A media mañana, en las calles de Santa
Elena sobran quienes buscan bateas mineras en compra o alquiler y apenas
quienes se muestran dispuestos a venderlas o alquilarlas. Las bateas son una
especie de taza de madera de fondo puntiagudo que sirve para separar
manualmente el oro del resto del material que arroja el suelo, el mineral
precioso de la tierra y de las piedras.
Sobre las 10, el valle cercano a Pozo Azul, habitualmente
desierto, "parecía un Mercal", según la descripción del transportista.
El no quiso sumarse, pero calcula que al menos 800 hombres y mujeres, indígenas
y foráneos, volteaban el suelo.
El valle y el cerro a sus espaldas también forman parte de
la tradición pemón. Los abuelos contaban que allá resguardaban sus huevos las
aves migratorias.
Los del fundo cercano lavaban el material en el Pozo Azul,
transformado súbitamente en un lodazal marrón, mientras los foráneos lavaban en
los nacientes. El agua cristalina se torna turbia y el valle un reguero de
promontorios y boquetes.
"La gente se está volviendo loca. Se les ve llegando
normales y al rato ya son otros. La necesidad y la avaricia cambian a la
gente", analiza el transportista.
Llegan en vehículos 4X4, en motos, en automóviles. Es lunes
y en las calles apenas circulan los taxis. Es martes y en las estaciones de
combustible, normalmente congestionadas por el contrabando, apenas hay filas de
cinco carros por surtidor. En la ciudad
fronteriza priva un letargo poco usual.
El martes la migración se hace masiva. Jorge Gómez, el
coordinador del Consejo de Caciques Generales del Pueblo Pemón, dice que al
sitio llegaron al menos 1000 personas, entre conocidos y desconocidos,
indígenas y no indígenas.
El minero con más de 20 años en el negocio sufrió un
percance, que pudo ser mortal y no logró salir de su casa. Mientras se recupera,
una comisión de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) llega al lugar y detiene
las excavaciones bajo el argumento de que hay que esperar la evaluación
ambiental.
Dada la fragilidad de la Gran Sabana y su incalculable valor
ambiental, la mina sólo les está permitida a los pemón, a los habitantes
ancestrales de esta tierra, siempre y cuando trabajen artesanalmente y
recuperen las áreas afectadas.
"Siempre pasa lo mismo, cuando hay una bulla, los
guardias cierran y sólo dejan trabajar a sus amigos. Así pasó en
Chirikayén", dice el veterano.
Gómez cuenta que entre los 1000 destacan cuatro que amenazan
al resto con armas de alto calibre, que se burlan de los habitantes
tradicionales del lugar, que sueltan promesas letales, que se identifican como
residentes de una de las nuevas invasiones ubicadas en el extremo oriental de
Santa Elena de Uairén, en lo que se conoce como Caño Amarillo, que al parecer ellos
entraron por las trochas desde Sampai, la comunidad aledaña a Caño Amarillo,
que la GNB los detuvo.
En Santa Elena se dice que la mina de San Antonio ya botó al
menos 50 kilogramos del metal amarillo. Pero otras voces lo desmienten. El
rumor suma ceros a la derecha a las cantidades de oro obtenidas.
Es jueves y sobre el puente que sirve de acceso a la
comunidad se extiende un pendón según el cual el paso fue "Cerrado por
desición de la comunidad". Aunque el portón se corre cada vez que se
aproxima un capitán indígena con su comitiva.
Milagros del Valle Suárez explica: "decidimos cerrar
desde el martes porque la gente pensó que aquí había una bulla, pero aquí no
había bulla nada y ya estaban aquí los de los sindicatos del 88"¨. En el
sur profundo de Venezuela se conocen como sindicatos a los grupos armados que
controlan las minas.
Hoy, jueves, el mundo cristiano celebra el Corpus Christi. En
Brasil es día feriado y buena parte de los habitantes de los estados brasileros
de Roraima y Amazonas circula por la Troncal 10 rumbo a Santa Elena. El real
brasilero se mantiene sobre los 100 bolívares. En los estantes de los
supermercados chinos apenas hay mercancía. El resto se encuentra en las bodegas
y mini abastos. Pero los brasileros pagan en reales. Bulla en San Antonio.
Bulla en la ciudad.
12 comentarios:
Qué triste como la falta de autoridad nos está dejando deslizar cada vez más profundo en el hueco de la más pura decadencia
Ale hermano, Que bueno saber que me lees. Y así es, sólo en un país sin autoridad es posible la destrucción de uno de los lugares más hermosos e importantes, en cuanto a potencial ambiental, de este planeta.
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Hola Morelia, muy realista el articulo mostrandonos la dura verdad que estamos viviendo. Un abrazo a ambos!
Yo casualmete visite S.E un 1 de junio y todos los hoteles baratos full, indigenas hasta de Canaima llegando, que lugar tan loco, y más loco con la bulla de San antonio ahi mismito a ladito de la frontera con Brasil
ahh y todo cariiiisimo, menos para los brasileños que no les importaba pagar 1200 bolos por una bolsa de Ace grande
Gracias por visitar Las crónicas, por comunicarte y por corroborar con tu testimonio lo que por acá se escribe.
Increíble las cosas que se viven en esa tierra, tierra amada que me atrapa cada vez que transito por ahí, un gusto leerte.
Es absurdo que la barbarie esté alcanzando nuestro último paraíso, un gusto leerte.
Saludos.
Carlos,
Un guaro apasionado por Santa Elena de Uairén y el bello estado de Roraima.
Gracias por leer. Carlos Alberto.
Gracias por leer. Carlos Alberto.
Gracias por leer. Carlos Alberto.
Gracias por leer Carlos Alberto. Un abrazo
Gracias por leer Carlos Alberto. Un abrazo
Gracias por leer Carlos Alberto. Un abrazo
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