Muchos diamantes ha dado la Gran Sabana, a pesar de las diversas y estrictas figuras de protección ambiental que prohíben la actividad minera en esta zona, pero ninguno tan nombrado como el “Barrabás”: su historia y la del hombre que lo extrajo son un relato entre la realidad, la fantasía, la memoria y el olvido
Ese
día, de 1942, James “Barrabás” Hudson, “Támbara” y “el Indio” Solano
amanecieron como de costumbre: hambrientos, más desesperados por un cigarro que
por un plato de comida, fijos en la idea de dar con un diamante y sin un
céntimo.
Fumaron
y corrieron a donde el bodeguero en busca de algo de comer. Al otro lado del
mostrador, Gilberto Dale no sucumbió. Todavía, hace poco, en una de las
pulperías de la mina El Polaco hay uno de esos carteles que indican: “Hoy no
fió, mañana sí”.
“A las dos o tres la tarde, de un barranco, en
la planada de El Polaco, ya tenían el diamante; eso se hizo voz pública y todo
el mundo salió a ofrecerles”, recordó Federico Sáez, dos veces alcalde de la
Gran Sabana, en el sureste profundo de Venezuela. Gilberto Dale, un
norteamericano, se transformó en el representante de los nuevos ricos.
Sáez
llegó a la Gran Sabana en mayo de 1942. “Yo tenía 18 años, nos echamos 37 días
de Tumeremo a Santa Elena de Uairén”, hoy
el recorrido se completa en cinco horas.
Como
él, 59 personas y 60 bestias cargadas subieron la escalera de Sierra de Lema,
caminaron las inmensas sabanas con vista al Roraima, al Kukenan y superaron las
aguas del Yuruani, del Kukenan, del Uairén.
“Aquí
sólo había un carro y era de la misión, un Jeep rojo recuerdo”. Al llegar,
varias de las mulas, caballos, burros y bueyes fueron vendidos a los
brasileros, los demás continuaron cargados de mercancía hacia La Patria, La Faizca,
La Esperanza y El Polaco. “En esta última mina, tuve la dicha de conocerlos a
los tres”.
De El Polaco a Nueva York
En
2007, El Polaco era el hogar de ocasión de aproximadamente 300 personas.
El
pueblo ocupaba las islas de arena y granza entre las lagunas dejadas por las
intervenciones del río Surukun. Desde el aire era un área devastada, rodeada de
selva.
Había
varias bodegas y una venta de víveres de la Misión Mercal. La escuela estaba
pintada de un azul oscuro aceitoso y apenas si tenía cristales en sus ventanas.
Las calles eran de tierra y las casas de zinc. Casi todas las barracas poseían antenas
de televisión satelital. La basura vagaba a la intemperie.
En
2007, en El Polaco, ya no quedaba ninguno de los contemporáneos de aquellos
tres. Algunos se fueron tras las bullas, que es como ellos llaman al mágico en
que la tierra “echa” cochanos o piedritas brillantes. Otros murieron. Muchos
víctimas del paludismo o curtidos de leishmaniosis, de llagas bravas.
.“¿Qué
si era muy grande? ¡Tenía el tamaño de una cebolla pequeña! Pesaba 155 quilates”, gritó Otto Escalante,
un comprador de diamantes local, mientras que entre sus dedos índice y pulgar
simulaba un rombo.
“Estoy
seguro de que las piedras que pasan de un quilate son algo excepcional”.
“Támbara
me contó que, cuando lo consiguió, él dijo éste es el fenómeno de El Polaco y
lo puso aparte, pero él y el Indio Solano,
que eran dos muchachos, tenían la duda
de si era o no un diamante”. Lo lanzaban al aire, lo dejaron a un lado y
siguieron trabajando. Barrabás, en
cambio, volvió al corte, al final de la jornada y rescató la piedra.
Angélica
Miranda, una de las mujeres con más años en el sector, una enfermera jubilada,
diabética, natural de Ciudad Bolívar, capital estadal, lo recordó: “Era un
trompo bellísimo, que lo ponían a bailar así. Lo cierto es que hay una mata de
guama y ahí, debajo, un hueco en el que él (Barrabás) se consiguió la piedra”.
El
guamo permanece casi suspendido en el aire. Del subte, por donde puede cruzar
una persona, habría salido el “Barrabás”, camuflado en su aspecto blanquecino,
lechoso.
“De
ahí, del hoyo bajo el guamo, se fue pa' Santa Elena. Lo agarraron unos, se lo
llevaron pa' Caracas y le entregó la piedra a unos más vivos. Dicen que en una
mesa de 13 personas le dieron un martillazo a la piedra. Todo el mundo agarró y
el Barrabás se quedó sin nada, nunca vio dinero porque lo que necesitaba se lo
daban. Lo que tenía eran más deudas que cualquiera”, relató Miranda.
Se dice que, en Caracas, los mineros y su representante hicieron
negocios con la Casa Harry Winston de Nueva York; que la joyera fraccionó la
piedra en tres pedazos y que uno de ellos recibió el nombre de Libertador; otro habría parado en
manos del actor Richard Burton y luego en el dedo de su amada de ojos violeta, Elizabeth Taylor.
Taylor lo habría lucido por
primera vez en un baile benéfico en el Principado de Mónaco. Diez años más
tarde, la construcción de un hospital en Bostwana, la llevaría a venderlo en 3
millones de dólares. Donó todo.
Los
mineros habrían recibido alrededor de 200 mil bolívares, un monto que apenas
les dio para pagar las deudas heredadas del frenesí y alargar los días de
bonanza y relajo.
De vuelta
Juvenal
Gil, un hombre que al sonreír expone un par de caninos de oro, conoció a
“Barrabas” Hudson en Ikabaru, a 120 kilómetros de Santa Elena. “Barrabas” llegó
con algo de dinero y el deseo de emprender un negocio o hallar una nueva
piedra.
“¿Qué
si lo conocí? Este pueblo se fundó en
1948 y yo llegué aquí con seis años. Claro que lo conocí. Era un negro altote,
medía casi dos metros y le gustaba jugar barajas, amanecía jugando. Yo le
vendía chocolate caliente. Trabajé con él en la mina. Aquella vez el devengó
unos 100 mil bolívares. Se casó con Erasma Almeida, tuvo un hijo que llegó a
ser general de la Fuerza Armada. Aquí vivió con la señora Fernanda Rueda”.
En
Ikabaru, Barrabás se encargó de La Orchila, un prostíbulo.
“Yo
trabajé con Barrabás y la señora Fernanda en La Orchila, él vendía cervezas y ofrecía mujeres
venezolanas, colombianas y brasileras a los mineros de Ikabarú. Era negro, negro.
Se le veían los ojos nada más y, cuando se reía, los dientes de oro. Ya para
ese entonces no tenían nada”, contó Ernesto Vergiano, un pemón de Parkupik.
.
De
La Orchila queda una casucha con techo de zinc, revestida con pintura de aceite
azul. Los apartados, hechos de madera y bloque, desparecieron.
“Después
se quedó solo y se fue a vivir en su casita de la Calle El Dorado, en
Tumeremo”, mencionó Juvenal Gil.
De Miraflores a Upata
El
sitio web del Municipio Sifontes, del cual es capital Tumeremo, destaca, que en
esa ciudad vivió James Hudson, “quien encontró el diamante más grande conocido
hasta ahora, del tamaño de un huevo de gallina, al que se le dio el nombre de
Libertador, vendido en 150 mil dólares, tallado y fragmentado se dice que es
hoy una de las joyas de la Reina de Inglaterra”.
En
Tumeremo, todos tienen algo que decir: Que lo invitaban de casa en casa y de
taguara en taguara. Que Medina Angarita (el gobernante de aquel entonces) lo
invitó a Miraflores. Que asistió con sombrero de pajilla. Que cambió el caballo
por un carro negro enorme. Que se casó con una muchacha de buena familia y tuvo
con ella un negrito al que llamaban “la piedra de Barrabás”. Qué si Támbara
también se casó y alquiló un avión de Aeropostal para gozarse su luna de miel
de pueblo en pueblo.
En
la calle El Dorado se encuentra la Plaza La Mina, cuya figura central -barbado,
bajito, de sombrerito, con pala, batea, suruca y perro- se supone es Barrabás,
pero a Pedro Vallés, nativo de Tumeremo, le resulta irreconocible.
“El
era un negro altote y este es blanco y
bajito. Era un hombre muy risueño, que se echaba unas carcajadas durísimo,
como si fuera sordo. Fíjate que el perro parece una cebra. Yo siempre me
pregunto quién sería el escultor y por qué no le puso el tabaco”.
“Una
vez vinieron unos periodistas, nos pusieron a llenarnos de barro y nos
filmaron. Después volvieron y le trajeron unos reales. Con eso montó la
taguarita”, relató.
Barrabás
pasó sus últimos años en la calle El Dorado, en una casa de bahareque y techo
metálico, que entonces era una venta de cerveza y ron, nombrada La Fortuna y
ahora una licorería identificada como Los Chaguaramos.
“Yo
vi morir a Barrabás, eso debe haber sido en 1992. Prestaba servicios en el área
curativa del Gervasio Vera Custodio de Upata”, recordó Asdrúbal Bonalde, enfermero del Hospital Rosario Vera Zurita de
Santa Elena. Upata es la capital del
municipio Piar.
“Si
mal no recuerdo, sufría un problema respiratorio, tendría más o menos 80 años.
Yo no sabía quién era, pero los compañeros me hablaron de él. Lo acompañaba un
amigo. No tenía ni para comprar los remedios, murió en la inopia”.
4 comentarios:
Qué historia tan interesante... gracias por brindárnosla Morelia.
Gracias a tí Aimara, por visitar el blog y comentar tan positivamente la nota. Te invito a sumarte a nuestro grupo de seguidores y, como gran sabanera, a compartir temas que te gustaría ver reflejados en la página.
Morelia
Interesante relato, gracias Morelia por dar a conocer estas tierras maravillosas
La " Mina el Polaco" la descubrió mi abuelo Jan Mikuliszyn Goj, a èl se debe su nombre, la descubrio en el año 1935, cuando estuvo en la Gran Sabana, vía Santa Elena de Guairen, estuvo dos años allí, extrajo varios diamantes, y se retiro busvando otras minas, él conocio a Barrabas.
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