Bolívar con pie de jaspe (Fotografía de Morelia Morillo). |
Año 2000
A comienzos de este siglo, sólo el doctor Lú, especialista en medicina oriental tradicional y el propietario del restaurante chino del Hotel Michelle conformaban la colonia asiática en Santa Elena de Uairen.
La capital de la Gran Sabana es una isla mestiza -en ella conviven venezolanos no indígenas e indígenas y extranjeros- en medio de la inmensa tierra de los pemón, algo inédito de acuerdo con los entendidos en materia indigenista.
Desde su fundación, hace más de ochenta años, el pueblo alberga a caraqueños, guayaneses, maracayeros, larenses, zulianos, orientales y valencianos, al igual que a alemanes, norteamericanos y franceses; en una época, a muchos sureños –argentinos, uruguayos, chilenos-; desde siempre, a buscadores de oro y diamantes venidos de Brasil, Colombia, Guyana o de cualquier parte del mundo; también pasaron y se quedaron dominicanos, peruanos, ecuatorianos. Y, hasta el año 2000, sólo dos asiáticos.
Lú es taiwanés. Los viernes vendía comida vegetariana y piezas de porcelana en el mercado indígena. Llegaba temprano, se hacía un espacio. Y pronto se marchaba sin mercancía. En un abrir y cerrar de sus pequeños ojos, Lú se dio a conocer entre los locales, los brasileros de Boa Vista y Manaus y cambió su puesto en el mercado vernáculo por su consultorio de acupuntura.
En la planta baja de la Posada Michelle, a un costado de la calle de los turistas, Thomy fue el primero en ofrecer lumpias y chop suey a los de acá.
Año 2005
Mas fue a partir del 2005 –al tiempo que se apuraban las invasiones y se profundizaba la zanja entre el bolívar y el real brasilero- cuando se disparó la llegada de los comerciantes de origen asiático a la Sabana.
Hasta ese momento, las quincallas -meros tarantines llenos de objetos utilitarios de plástico- eran de los peruanos y ecuatorianos y los abastos de algunas familias criollas, no indígenas venezolanos.
El pionero fue el Hong Kong China, en la calle Roscio del casco central; le siguió el Asia China en la calle Ikabarú, pero en meses este desapareció o, mejor dicho, cruzó la calle, se multiplicó por tres y se renombró como China América. Luego abrió una sucursal del Hong Kong en la calle Bolívar.
Año 2010
En el año que culmina, inauguraron cuatro instalaciones más: el Gran Soberano y el Súper Fresco, también en la Ikabarú, la vía que conecta con la carretera que conduce a la frontera con Brasil; recientemente, abrió el Supermercado Santa Elena en la urbanización Brisas del Uairen y, poco después, el Megacenter 2009 en la entrada al pueblo por la Troncal 10.
Alrededor de la Plaza Bolívar, donde antes funcionaban un restaurante de comida brasilera por kilo y la panadería de una venezolana, ahora hay dos ventas de platos chinos: el Ying Ping y el Yong Hua. Dragones, flores, mucho rojo y dorado, adornos decorados con crisantemos, comida lista y para llevar, nada que no se viera antes en cualquier otra parte de Venezuela, pero jamás aquí.
La plaza -con su Bolívar de pie sobre el pedestal de jaspe- es el centro de reunión y punto de partida de los indígenas que vienen a Santa Elena desde las comunidades. Cuando se puede, algunas familias pemón cambian el tumá, el casabe grueso y el kachirí por arroz chino, pollo frito y refresco.http://lascronicasdelafrontera.blogspot.com/2010/11/tuma-sero-antes-y-ahora.html
También el doctor Lú abrió una tienda de ropa, calzado y bisutería al lado de uno de los nuevos restaurantes. Se llama Plaza Mayor.
El contacto entre “los chinos”, como sin distingo de origen se les conoce, y los no chinos es muy limitado. Poco es lo que trasciende a ese instante en el que cliente y proveedor intercambian una mirada, una cifra, un pago, algo de vuelto.
De ellos se sabe lo que se ve a simple viste: Trabajan mucho, como si no conocieran el cansancio. Casi todos son muy jóvenes. Sus rostros se repiten de uno a otro establecimiento. Con ayuda de algunos pocos venezolanos, descargan camiones y llenan depósitos y anaqueles. Algunos apenas pueden dar la cuenta en español y otros lo hacen sin una nota de acento. Las chicas moran en las cajas registradoras y, con frecuencia, lucen como salidas de un capítulo de Dragon Ball. A veces, también los chicos se ven así, eso sí, al volante de automóviles de último modelo.
Lo que se dice rellena los espacios en blanco: Que la mayoría de ellos vive en un galpón sobre el Hong Kong China de la calle Roscio. Que los viernes compran todo el cebollín que llega al pueblo. Que uno de ellos viene de una temporada en El Tigre, estado Anzoátegui y que está casado con una barquisimetana, pues creció en la ciudad de los crepúsculos. Que muchos son aún menores de edad y que pertenecen a una misma familia. Que el patriarca de la colonia va al banco con una bolsa negra cargada de efectivo.
En septiembre pasado, superada la contienda electoral, la Guardia Nacional (GN) detuvo a docenas de ellos. Sólo el Meganter 2009 permaneció abierto. Entonces, trascendió que sus cédulas eran ilegales. Los trasladaron a Ciudad Guayana, uno de los principales centros urbanos del estado Bolívar. A los pocos días, “los chinos”, regresaron a la Sabana, levantaron sus portones y siguieron en lo suyo; por supuesto, sin soltar una palabra acerca de lo ocurrido.
5 comentarios:
Me encanta leerte Morelia Loyola Morillo!
Más Loyola serás tú. Jejeje. Gracias mi querido Polito. Por lectores encantados, como tú, vale la pena seguir escribiendo.
Dentro del mundo globalizado y enloquecido que nos toco transitar More querida, agradezco 100 % la existencia de estos telefonos smart que hacen que Paris visite La Gran Sabana y esta pasee conmigo en el metro de Paris. Si dejas de escribir le restas sonrisas a este frio invierno.
Besitos incalculables para los 4.
Gracias Andre por el cariño, por la alectura, por la atención y por los besitos.
Buenisimo Merelia!
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